Columnas
@onelortiz
https://youtu.be/eMQZtZqhIto?si=TNV24zk1meMIKhIV
La presentación de PolyMarchs, icónico exponente del High Energy, en el Paseo de la Reforma en la conmemoración del año nuevo, reunió a una multitud de 300 mil personas, según cifras oficiales, pero también dio pie a críticas que van desde el gasto público hasta comentarios clasistas.
PolyMarchs no es solo un sonido; es un símbolo de una era y un género que marcó a las generaciones populares de los años ochenta y noventa en la Zona Metropolitana del Valle de México. Su sonido resuena como un eco de los salones de baile, las fiestas de barrio y las calles vibrantes de una capital que, en su diversidad, encuentra unidad.
El evento, organizado por el gobierno de Clara Brugada, logró un éxito innegable en términos de convocatoria. Sin embargo, los 12 millones de pesos invertidos en el espectáculo se convirtieron en el centro de un debate que trascendió lo administrativo para convertirse en un termómetro de los prejuicios sociales. Mientras algunos cuestionaron la pertinencia del gasto en un contexto de necesidades sociales apremiantes, otros recurrieron a comentarios clasistas que descalificaron el evento y su música como algo “de nacos”.
Este tipo de expresiones no solo reflejan un profundo desprecio por las manifestaciones culturales populares, sino que también ignoran el contexto histórico de una ciudad cuya grandeza radica en su capacidad de integrar diversidad. El High Energy, lejos de ser un fenómeno menor, forma parte de la banda sonora de la vida en las zonas populares de la Ciudad de México. Despreciarlo equivale a rechazar una parte esencial de lo que somos como sociedad.
A ello se suma la polémica en torno a las relaciones personales detrás del evento. El hecho de que el dueño de PolyMarchs sea padre de una colaboradora cercana al gobierno de Claudia Sheinbaum generó sospechas sobre posibles conflictos de interés. Aunque este vínculo no necesariamente implica irregularidades, pone en evidencia la necesidad de mayor transparencia en el uso de recursos públicos, especialmente cuando se trata de eventos de alta visibilidad.
El debate en torno a la presentación de PolyMarchs va más allá de la música. Es un espejo de los retos que enfrentamos como sociedad: cómo valoramos nuestras expresiones culturales, cómo distribuimos los recursos públicos y cómo enfrentamos los prejuicios que aún dividen a nuestra comunidad. El gobierno de Clara Brugada tomó una apuesta arriesgada, pero correcta al celebrar el Año Nuevo con un ícono de la cultura popular.
En una ciudad como la nuestra, donde cada esquina tiene una historia y cada barrio una canción, eventos como este no solo deben celebrarse, sino también entenderse como una oportunidad para construir puentes en lugar de reforzar divisiones. Eso pienso yo, usted qué opina. La política es de bronce.