Es indudable que el sistema penal mexicano desempeña numerosas funciones fundamentales para nuestro desarrollo colectivo. En virtud del aumento exponencial de las tasas de criminalidad y violencia durante los últimos años, es común que nos cuestionemos su eficacia, así como desempeño para lograr nuestro progreso.
En este contexto, durante 2008, llegó a diversas pantallas del país un documental titulado “Presunto culpable”, cinta que marcaría un parteaguas en el quehacer judicial, pues visibilizó y puso sobre la mesa del debate las injusticias cometidas por nuestro sistema penal vigente en aquel entonces.
De este modo, a lo largo de su desarrollo podemos atestiguar dos luchas paralelas; por un lado, la de José Antonio Zúñiga, un joven al que las ineficacias y vicisitudes de dicho sistema le arrebataron su libertad, al condenarlo a 20 años por un crimen que no cometió. Por el otro, vemos una pugna inagotable que llevaron a cabo, tras una larga documentación, los abogados Layda Negrete y Roberto Hernández.
Para entrar en esta relación es preciso referir que, la realidad plasmada en el largometraje correspondía a un escenario adverso para el acceso a la justicia, el cual generó diversas críticas que se encaminaron al impulso de las bases para la ansiada reforma constitucional en materia penal de 2008, que transformaría el antiguo sistema penal inquisitivo, en uno de orden acusatorio, asentado ahora sobre los principios rectores para defender las garantías y los derechos humanos de las víctimas y acusados frente a la imparcialidad judicial.
No obstante, tras su llegada, el periodo de implementación se estableció hasta 2016; por lo que, 12 años después podemos decir que dicho sistema no está implementado por completo y que la ausencia de políticas públicas de difusión, capacitación e infraestructura, siguen intentando complementarse con reformas subsecuentes que buscan permear el fortalecimiento de los mecanismos para su protección, a través de la perspectiva de un nuevo sistema que salvaguarde la calidad y la dignidad de las personas.
A pesar de los numerosos sinsabores, el final de la cinta nos da un atisbo de esperanza, haciendo alusión al uso de los recursos, a los cuales podemos recurrir todos, permitiéndonos valoraciones de instancias posteriores, lo cual es, a su vez, un nuevo aliento que, en el caso de la película, terminó por absolver al imputado.
Todo lo anterior, plantea grandes desafíos a los que nos enfrentamos como juristas e individuos, ya que al ser el Derecho una de las dimensiones más importantes del quehacer colectivo, la sociedad puede vislumbrar nuevas herramientas para empoderarse hacia la construcción de una mayor empatía y solidaridad en los múltiples casos que se suscitan diariamente.
Los invito a conocer más sobre este tema en Cultura al Derecho, este miércoles 13 de enero a las 17:00 hrs en el canal 22, donde tendremos una interesante charla con la Dra. Erika Bardales Lazcano, profesora de la Facultad de Derecho de la UNAM.