Columnas
Desde mi labor diaria como neurocirujano en la institución pública, he sido testigo de cómo enfermedades silenciosas, pero devastadoras, como la diabetes mellitus tipo 2 y la hipertensión arterial, afectan gravemente la calidad de vida de millones de mexicanos. Estas condiciones no solo son responsables de infartos y fallas renales, también están directamente ligadas a enfermedades neurológicas como los accidentes cerebrovasculares y el deterioro cognitivo.
Nuestro país enfrenta una crisis que, por su cotidianidad, se ha vuelto invisible. Según datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT), uno de cada tres adultos mexicanos padece hipertensión, y cerca del 14% tiene diabetes. Lo más preocupante es que muchas personas ni siquiera saben que están enfermas. El enemigo más peligroso es el que no se ve venir.
Las causas más frecuentes son bien conocidas: dietas altas en azúcares y sal, falta de actividad física, obesidad y antecedentes familiares. En consulta médica es común encontrar pacientes jóvenes con niveles elevados de glucosa o presión arterial que atribuyen sus síntomas a "estrés" o "falta de sueño", cuando en realidad están frente a enfermedades crónicas que avanzan sin dar tregua.
Es esencial identificar los signos de alerta. En la diabetes, una glucosa en ayuno superior a 126 mg/dl o una hemoglobina glucosilada mayor al 6.5% indican la presencia del padecimiento. En cuanto a la hipertensión, cifras superiores a 140/90 mmHg en repetidas mediciones confirman el diagnóstico. Síntomas como visión borrosa, fatiga constante, mareos, dolor de cabeza o palpitaciones deben tomarse con seriedad.
Lo esperanzador es que estas enfermedades pueden prevenirse y controlarse. Una alimentación balanceada, ejercicio regular, evitar el tabaco y el alcohol, y mantener un peso adecuado son medidas que están al alcance de todos. Pero ninguna de estas acciones reemplaza la supervisión médica.
Como médico comprometido con el bienestar de la población, hago un llamado claro y urgente: no esperen a que el cuerpo dé señales graves. Acudan a su centro de salud, realicen chequeos periódicos y confíen en el acompañamiento de un especialista. La detección oportuna salva vidas y previene complicaciones que, en muchos casos, podrían evitarse.
La salud es un derecho y también una responsabilidad personal. Cuidarnos es un acto de amor propio y de compromiso con quienes nos rodean.