Obsesionados en pleitos ideológicos agravados por la pandemia del Covid-19 dejamos de enterarnos de lo que verdaderamente es importante si la crisis de infectados y defunciones se incrementa de manera exponencial como prevé la autoridad sanitaria, en letras chiquitas el Consejo de Salubridad General ya tiene lista la estrategia de Asignación de Recursos de Medicina Crítica que decidirá quién de los enfermos de coronavirus vivirá o morirá de acuerdo a sus expectativas de recuperarse y, desde luego, con base en su edad.
Cotidianamente reviso la información sobre la enfermedad que nos tiene en aislamiento, y fue mi compañera, Katia de Artigues, quien descubrió la guía bioética del CSG que a todas luces eriza la piel, pues si el índice de infectados rebasa la fuerza económica, de estructura y humana un comité integrado por funcionarios, médicos, administradores, entre otros, resolverán quién tiene más derecho a ser atendido clínicamente.
En su escrito difundido en sus redes sociales, Katia leyó todo el documento publicado por el Consejo de Salubridad General sobre la posible estrategia si el escenario de contagios y defunciones colapsa el sistema de salud y en resumen señala lo que cualquiera adivinaría si se escogiera entre salvar la vida de una anciana o una joven con todas las oportunidades por delante. Ni dudarlo, los recursos todos serían encaminados a preservar la vida de la persona joven.
Suena terrible, duro, e incluso hasta inhumano porque conozco una enorme cantidad de personas de la tercera edad que tienen mayores deseos de vivir que cualquier joven con problema emocionales y existenciales. Sin embargo, la edad sería un factor definitivo para decidir quien vive.
La guía bioética, que también leí, advierte: “Paciente A de 80 años necesita de un ventilador, paciente B de 20 años necesita un ventilador. Si paciente A recibe el ventilador ella vivirá 7 años más, si paciente B recibe el ventilador ella vivirá 65 años más. Se tiene que introducir un principio adicional: salvar la mayor cantidad vidas-por-completarse”.
Me pregunto si será necesario llegar a esta decisión cuando hemos visto, por lo menos dos casos, de mujeres ancianas que han renunciado a la posibilidad de ser conectadas a un respirador artificial aduciendo que Dios ya las dejó vivir muchos años, otorgando a una o a un joven la oportunidad de salvarse.
Los adultos mayores son extremadamente sabios, compasivos, solidarios y no dudo que muchos de los que pudieran contagiarse de Covid-19, ojalá no sea así, decidan por si solos morir para que otras y otros que están a la mitad de su vida, o empezándola, salgan de la pandemia para contar su experiencia.
Hoy como creyente de un ser divino bondadoso, misericordioso y amoroso con todos, lo invoco para que la pandemia no ponga a las autoridades que nos gobiernan, a las que nos brindan salud a decidir quien vive o muere. Seamos, si es necesario, extremos para obligar a quien aún no toma en serio el Covid-19 a quedarse en casa…