Los medios en México han demostrado que su labor histórica se reduce a dos actividades, ambas muy distanciadas de la información y más aún de la verdad. Desde su nacimiento, estuvieron asociados con los gobiernos del pasado, su función social fue la de legitimar hasta diciembre de 2018, después de esa fecha, cambió de giro y se dedicó a deslegitimar. De las noticias reales, nada.
En el periodismo mexicano se concentra una serie de problemas, errores, falta de normatividad, excesos que nadie permite tocar, aunque estén convencidos que deben transformarse. De origen la historia de la información en México está viciada por los condicionamientos del gobierno en materia de publicidad, papel, concesiones, convenios, etc.
No hay restricción ni sanción ante la mentira, una investigación mal realizada o mal intencionada, insumos que derraman evidencias de deterioro informativo en los últimos 4 años en el periodismo mexicano, y que forman parte de una orquestación cuyo origen debe ubicarse ante la clara similitud del tema difundido, la redacción, objetivos desestabilizadores y personajes implícitos.
El gobierno invierte en medios la quinta parte de lo ejercido por Peña Nieto en su segundo año de gobierno, que fue de 11,398 millones de pesos. Mientras los medios piden más, el gobierno les realiza recortes anuales.
Los medios convencionales exigen al gobierno igual trato, a pesar de su negra trayectoria en los medios exigen equidad en el subsidio a medios que nunca han informado y que crearon un carnaval porque dieron cuenta de la legitimidad de personaje s que sólo se disfrazaban de periodistas, quienes difundían las declaraciones de los disfrazados de funcionaros públicos, quienes eran legitimados por otros seres disfrazados de intelectuales, mientras divertían a la población con famosos disfrazados de actores.
Es decir, la mentira como el principal estilo de información de gobiernos, anteriores, que pasaron a la historia por ocultar hechos como la matanza del 68, el halconazo de 1971, las inconformidades sociales, las ideas disidentes, la desaparición de Ayotzinapa, los movimientos sociales, personajes inconformes, con sus respectivas causas y objetivos.
Los medios viejos legitimaron el disfraz de quienes les pagaban ese subsidio por el que ahora lloran, y al que creen todavía tener derecho. Legitimaron la prepotencia la mentira, el miedo, el culto a la personalidad, el autoritarismo, la sumisión.
Fusionar información con propaganda, colocando un velo a la verdad, fue una característica de los regímenes más autoritarios, Goebbels lo perfeccionó para manipular a la población alemana y convencer de que se trataba de la salvación de su país.
Los medios han tomado también parte del sabotaje opositor contra las instituciones del gobierno y en especial con la SEP, no asisten a eventos a los que son convocados, crean huecos informativos sobre actividades del gobierno y tergiversan, en nado sincronizado, una realidad que deben difundir.