Columnas
Hace mucho que no leía un libro de tanto interés filosófico como éste de Emmanuel Todd, La derrota de Occidente (Akal, México, 2024; original francés también de 2024). Y lo más interesante de todo es que el interés del que hablo se debe a que el libro gira alrededor de la explicación de una guerra, la librada entre Ucrania y Rusia, para, a partir de ahí, hacer una reconstrucción verdaderamente fascinante de la historia mundial de los últimos cincuenta u ochenta años más o menos tal como pueden ser vistos en función de lo que ocurre dentro y desde lo que conocemos como Occidente, que Todd asocia con el bloque euro--atlántico configurado a resultas de la expansión del protestantismo.
Alguien podría haber pensado, al comenzar a leer estas líneas, que la conexión del término “filosófico” con el de “Occidente” implicaba estar ante un libro de algo así como una historia de las ideas o de la filosofía, o incluso ante una historia de la ciencia y la tecnología.
Pero no. En el libro no se habla en absoluto de filósofo o científico alguno. Se habla más bien de los formatos de familia entre la sociedad rusa, la alemana o la ucraniana o la norteamericana o la francesa; sobre los sistemas de parentesco patrilineal y bilateral en relación a la homosexualidad y la ideología LGBT, y sobre el nivel de religiosidad que puede haber en éstas y otras sociedades en función de lo que Todd denomina como estados activo, zombi y cero (de religiosidad, se entiende), y sobre cómo estas variables se relacionan con el auge del feminismo o las tasas de fecundidad y de natalidad o con el nivel de suicido, que a su vez determinan tendencias demográficas con repercusiones directas en la capacidad de un Estado nacional –como Estados Unidos, Rusia, Alemania, Francia o Ucrania– para encarar una guerra, una depresión económica o el problema del recambio generacional, que requiere por lo general, si no recuerdo mal, un promedio de 2.1 nacimientos por mujer para que tenga lugar (es decir, que se requiere de ese índice de natalidad para que una generación sustituya a otra).
Pero también habla Todd sobre el nivel de ingenieros que produce una sociedad, o sobre el hecho de que las sociedades formadas en el comunismo soviético son las que han generado un nivel muy alto de estudios en una clase media que es precisamente el resultado de esos años de sacrificio histórico, o sobre el problema fundamental del Occidente en cuestión: el nihilismo en tanto que resultado de la religiosidad cero a la que, tocando suelo, están llegando los países que lo conforman de la mano de la ideología progresista ultraliberal, hedonista, individualista, delirante.
Todo esto es abordado por Todd para, encapsulando esas variables dentro del teatro de operaciones de la guerra ruso-ucraniana, plantear la decadencia de las naciones occidentales según hemos dicho mediante la combinación del criterio histórico con el demográfico y el antropológico y sin usar nunca los términos de izquierda o derecha (o ultra-derecha), que de una manera ya enfermiza y maniquea tienen asfixiada la discusión política contemporánea porque lo que hace Todd es, entonces, abrir un ángulo de análisis que en realidad es de geopolítica pura y dura desde el cual mira panorámicamente el mundo en función de la conexión entre unidades antropológicas básicas, las familias, y su correspondiente correlación a nivel estatal, geopolítico, económico y militar.
‘El 24 de febrero de 2022, Vladimir Putin apreció en las pantallas de televisión de todo el mundo. Anunció la entrada de tropas rusas en Ucrania. En lo fundamental, su discurso no se refería a Ucrania o al derecho a la autodeterminación de la población del Donbass. Era un desafío a la OTAN’, dice en las primeras líneas.
El resto del libro es una explicación antropológica y geopolítica, y por tanto filosófica, ya digo, de por qué esa guerra será ganada por Rusia o sí o sí.