Los cambios drásticos de clima no son sólo una conversación común en la calle o una alerta para los agricultores. Desde la medicina, y en particular desde la neurocirugía, observamos cómo las variaciones extremas de temperatura pueden afectar profundamente la salud neurológica de la población. A medida que el clima se vuelve más impredecible, con olas de calor seguidas de descensos bruscos en la temperatura, los efectos sobre el sistema nervioso central se vuelven más evidentes y preocupantes.
Uno de los principales factores de riesgo es la deshidratación, común en temporadas de calor intenso. La pérdida de líquidos y electrolitos afecta directamente el funcionamiento del cerebro, causando desde dolores de cabeza hasta confusión, fatiga extrema e incluso convulsiones en casos graves. En el otro extremo, el frío excesivo puede provocar una vasoconstricción severa, incrementando el riesgo de eventos cerebrovasculares como embolias o accidentes cerebrovasculares isquémicos.
También se ha observado que las variaciones de temperatura inciden en trastornos del sueño, del estado de ánimo y, en pacientes con enfermedades neurológicas preexistentes, pueden desencadenar crisis. Personas con epilepsia, por ejemplo, son especialmente vulnerables a estos cambios, y quienes padecen migrañas suelen reportar un aumento en la frecuencia e intensidad de sus episodios durante estos periodos.
Desde nuestra práctica médica, hacemos un llamado a tomar conciencia y adoptar medidas preventivas. Es vital mantenerse bien hidratado, evitar la exposición prolongada al sol o al frío extremo, y proteger adecuadamente a los grupos más vulnerables: niños, adultos mayores y personas con enfermedades crónicas. Además, es fundamental vigilar los síntomas neurológicos que puedan parecer menores al inicio, como mareos persistentes, visión borrosa, pérdida de sensibilidad en alguna parte del cuerpo o dificultad para hablar.
Como médico neurocirujano, he sido testigo de cómo un pequeño descuido puede desencadenar consecuencias irreversibles. La prevención es nuestra primera línea de defensa. Vivimos en una época donde el entorno cambia con rapidez, y nuestro organismo necesita adaptarse con la ayuda de hábitos saludables y vigilancia constante.
Finalmente, quiero subrayar algo que nunca dejaré de decir a mis pacientes: ante cualquier síntoma, por más leve que parezca, no se debe postergar la consulta médica. Un diagnóstico oportuno puede ser la diferencia entre un tratamiento efectivo o una complicación grave. Acudan con su médico de confianza.