Por José García Sánchez
Los anteriores gobiernos mantienen una lucha de tiempos extraviados entre la actividad política y los intereses personales. Absorbían dinero ajeno, en su presente, para que los mexicanos pagáramos, en el futuro, esas ganancias personales obtenidas dentro y fuera de la administración pública. Ahora, quieren regresar al pasado para dejar, ahora sí, sin futuro al país.
Los tiempos electorales son desesperantes para quienes intentan hacer también del tiempo su propiedad y adelantan sus estrategias de tal manera que se vuelven no sólo previsibles, sino que muestran su juego a mediano y largo plazos. No es difícil conocer esto, simplemente se trata de recuperar lo que en el tiempo se fue y consideran propio. Es decir, los privilegios, a costa de lo que sea.
La propaganda de los opositores está marcada por la agenda del gobierno. La del gobierno en el pasado porque impide, a su manera, el regreso del poder en manos de una auténtica oligarquía. El tiempo de las campañas transcurre en medio de un momento para una reflexión involuntaria pero urgente desde el aislamiento que cambió la percepción de la realidad y se la dejó a ala gran ventana televisiva.
La oposición tiene todavía como insumo principal la promesa de un futuro mejor, una calidad de vida al alcance de la mano, mientras en su presente, se enriquecían mientras la gente alargaba la mano inútilmente. El partido en el poder previene sobre el pasado y descubre información que estaba oculta entre las maravillas de un país donde no sucedía nada.
La confusión entre pugnar por lo nuevo y dejar atrás lo viejo, no siempre muestra modernidad, concepto que movió las simpatías hacia el salinato a finales de los ochenta y que hizo de muchos años un tiempo de espera. Tampoco puede hablarse acerca de que el futuro está en la promesa y que la oposición sabe interpretar la situación de la población sin necesidad de convivir con la gente.
Se repite tanto lo viejo como lo nuevo. Siempre será así si la población no participa. Aún en regímenes donde el discurso oficial convoca a la participación en el gobierno la influencia de la población debe crecer. No se limita al voto en las urnas, ahí apenas comienza una participación que debe continuar.
Los tiempos electorales tienen un desarrollo paralelo a los tiempos políticos y caminan de la mano de los intereses de unos pocos con las necesidades de muchos. El tiempo de la oposición al tener como elemento el futuro siembra incertidumbre, miedo. El poder, advierte sobre el regreso a la era del miedo como forma de convivir; sin embargo, la certeza en este momento de nuestra historia, no la ofrece ni siquiera la autoridad electoral, que sale de sus atribuciones impunemente para proteger su presente y su futuro.