La denuncia en el sentido de que en Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) ocultó un informe sobre los impactos a diez áreas naturales protegidas y a sus servicios ambientales como consecuencia de la construcción del Tren Maya resulta preocupante por el hecho mismo y por lo que podría derivarse de una situación como ésta, ya que abre la puerta a ese poderoso enemigo que es la duda en contra de las instituciones superiores de investigación. Un fantasma más a este proyecto del presidente López Obrador
Previo a la consulta a que fue sometido el proyecto, fueron insistentes las advertencias sobre los impactos de la obra a situaciones como la recarga de mantos acuíferos y su potencial de capturar carbono en la zona, y algunas más, pero en ese momento fueron minimizadas tanto por su contenido como por las voces que las presentaban, pero el que una institución como el Conacyt decidiera ocultarlas antes que reconocerlas es alarmante.
Seguramente en el pasado, cuando se trazaron las primeras rutas del ferrocarril y muchas otras obras de infraestructura, los ecosistemas se vieron afectados de una u otra forma, pero en favor de quienes lo hicieron debemos reconocer que la falta de información y de una conciencia científica y ecológica lo justificaba, argumento que hoy en día es imposible esgrimir para justificar atentados que habrán de pasarnos la factura tarde o temprano.
De acuerdo con el informe que no fue dado a conocer en su momento, el Conacyt tenía claro el riesgo de que el proyecto podría implicar la destrucción total de, al menos, mil 288 sitios arqueológicos en la zona maya, así como otras consecuencias principalmente sociales que habrían impactado en contra del resultado de la consulta.
Las denuncias de las que nos enteramos durante las últimas horas revelan que en la elaboración del informe “Territorios mayas en el paso del tren: situación actual y riesgos previsibles” participaron más de 30 investigadores, lo que debió generar un gasto económico que lejos de ser aprovechado se convirtió en un costo que de antemano se sabía sería ocioso.
De acuerdo a las fuentes que dieron a conocer este hecho, el Conacyt apuró a los especialistas para entregar sus trabajos bajo el argumento de que debían darse a conocer antes del 15 de noviembre de 2019, lo que seguramente hicieron los investigadores pero no el Consejo.
El Tren Maya es un proyecto al que lo mismo se le han atribuido grandes beneficios para la Península de Yucatán como graves consecuencias de esa importante zona histórica, cultural y ecológica; las acciones y decisiones judiciales han causado polémica, y políticamente puede ser altamente rentable para simpatizantes y no simpatizantes, pero al final de cuentas será nuestro hábitat el principal afectado y, seguramente, nosotros pagaremos las consecuencias a mediano y largo plazo, y entre las afectaciones destaca el descrédito de las instituciones de investigación en nuestro país.