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Un siglo llamado Fellini

Un siglo llamado Fellini

Entornos lunes 20 de enero de 2020 -

*Para mi amigo, el cinéfilo Pedro Paunero

Por Ricardo Sevilla

Federico Fellini (1920-1993) ⎼ese hombre de cejas pobladas y ojos sumidos que le obsequiaban cierto halo de padrino de la mafia⎼ dirigió sus películas con gestos amplios y elocuentes. No fue un hombre afable. Al contrario: varios actores que trabajaron con él sostenían que cuando algo no le gustaba, el italiano apretaba los dientes y, acto seguido, inundaba el set con una ola de gritos que lo dejaban afónico.
Envuelto en sus habituales trajes a rayas o abrigado con su legendaria gabardina, el director de Luces de variedades iba de un lado para otro, acucioso, revisando los planos, los encuadres, los movimientos de cámara. Y mientras afinaba la angulación, impartía instrucciones a los actores, inspeccionaba el decorado y revisaba el vestuario.
Al director italiano, que sentía un enorme repudio por los deportes ⎼no sabía nadar ni jugar al fútbol, ni empuñar una raqueta⎼ no lo tentaron los grandes temas ni las grandes frases, ni los grandes episodios. Sólo le interesaba, sin más filisteísmos, retratar el entorno social.
Y como ya sabemos que el ser humano se desenvuelve en medio de realidades distintas y se comporta de formas discordantes, sus películas tuvieron un amplio margen de maniobra. Y de ahí que tocaran temas diferentes y fueran montadas sobre esquemas que seguían a su antojo diversas dinámicas.
Y esta variedad, le concedió a Fellini la rara virtud de dirigir películas que corren en distintas direcciones. Y por eso a nadie debe sorprenderle que hoy algunas de sus obras se hayan metido al cine de arte y otras más se hayan colado a la filmoteca del hogar.
Ahora bien: además de supervisar concienzudamente los elementos artísticos y técnicos de sus producciones cinematográficas, Fellini fue dueño de una enorme creatividad que logró imprimir en casi todas sus películas.
De La strada (1954) a La Dolce Vita (1960) y del Satyricon (1969) a Ginger y Fred (1986), su imaginación desbordada y refunfuñona ⎼que le permitió pintar cuadros costumbristas, escenas del arrabal, temáticas eróticas y fantasías oníricas⎼ no sólo lograron tocar al gran público, sino también consiguieron dejarle su impronta.
Muchos han dicho que su obra cinematográfica resulta difícil de descifrar para quienes la encaran por primera vez. No es así. Y a los críticos perplejos que en su momento sostuvieron que algunas de películas resultaban “ininteligibles”, el cineasta italiano los despachó con una respuesta mayestática: “No se preocupen si no logran penetrar en su entraña. Mis películas están hechas para ser vistas, no para ser entendidas”.
Es cierto que en Fellini ⎼sobre todo en su etapa neorrealista⎼ hay ciertos mecanismos excéntricos y algunos componentes satíricos que conducen al espectador por ciertos entresijos. Hoy, el público de intereses generales difícilmente lograría tolerar la monserga burlesca que infesta El jeque blanco (1952).
Pese a todo, el público ha querido ver en la mayoría de las ulteriores escenas fellinezcas su gloria, su fracaso y más aún: su verdad cotidiana.
Varias generaciones de cinéfilos, por ejemplo, se han deleitado ⎼o mejor sería decir: conmovido⎼ con la historia de Gelsomina, una mujer que es vendida por su propia madre a un feroz fortachón de circo. Esta obra ⎼La strada⎼ está infestada de personajes perturbadores que Fellini entresaca de la marginalidad más umbría de la Italia de mediados del siglo XX. Mujeres ultrajadas y maltratadas por tipejos hoscos ⎼y que sin embargo son inmunes al desaliento⎼ anticipan las protestas que hoy, razonablemente, son moneda de uso corriente en el feminismo.
¿Y cómo entender las películas de Fellini? Al parecer, lo importante no es lo que ocurre en las escenas aisladas, sino lo que sucede en todo el conjunto. La obra de este sujeto es como un sistema fisiológico, donde cada órgano y tejido en el cuerpo cumplen determinadas funciones específicas. ¿Y qué es lo más importante en un sistema con semejantes características? Simple: lo primordial es lo que ocurre en el sistema sin que uno lo perciba. En las películas del italiano lo importante está sucediendo justo en ese momento en el que aparentemente no sucede nada. ¿Y cómo hace para que eso funcione?, le preguntaron un día. Y guionista respondió: “Ni yo mismo lo sé; simplemente dejo que sucedan”.
Pero no vayamos más lejos. Y también dejemos a u lado los temas sobados ⎼que si Fellini dio nombre a los paparazzi o que si logró conquistar a la vana y jactanciosa farándula hollywoodense⎼; todas esas ya son anécdotas muy cacareadas.
A cien años del nacimiento de este hombre, debemos ser más tajantes: Federico Fellini fue uno de esos artistas magistrales ⎼junto a sus contemporáneos: Pier Paolo Pasolini, Leonardo Sciascia y Marcello Mastroianni (su actor fetiche)⎼ que nacen cada siglo, y cuyo talento y sensibilidad es capaz de trasformar el arte, la cultura e incluso la forma de mirar al mundo.



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/CR

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