En estos días, cuando la soledad intensifica el silencio de los pasillos, las habitaciones, los jardines y la azotea de la casa que construyó en 1928, se antoja imaginar qué pensaría Luis Barragán si hoy pasara por aquí. Si asistiera, por ejemplo, a la inauguración de una exposición, o bien a alguna conferencia. “Me imagino que estaría absolutamente entusiasmado”, aventura Alfonso Alfaro, uno de los impulsores de la vida que ha tenido la otrora Casa González Luna a lo largo de los 20 años transcurridos desde que comenzó a funcionar como la Casa ITESO Clavigero, renombrada así en memoria del ilustre jesuita mexicano del siglo XVIII. “Es difícil pensar en un mejor destino para esta casa. Lo imagino disfrutando de cada una de las exposiciones…”.
El destino al que se refiere Alfaro es el que el ITESO le dio a esta obra de juventud del arquitecto jalisciense, al adquirirla en 1999 y ponerla al servicio de la comunidad universitaria y de la sociedad tapatía a partir del 25 de abril de 2001, que es cuando abrió sus puertas para que el público pudiera disfrutar de la primera exposición: La visita, de Juan Soriano. Desde entonces funciona como centro cultural y es un espacio idóneo para la realización de actividades artísticas y académicas, propias de la misión universitaria del ITESO, pero también un recinto dedicado a trabajar en torno a tres ejes fundamentales: la preservación del legado jesuita, la reflexión sostenida sobre la existencia de la ciudad (Guadalajara, concretamente, y su memoria), y la exploración, la difusión y la conservación del patrimonio.
Si Barragán anduviera por aquí, disfrutaría, según Gutierre Aceves, el coordinador del recinto, “viendo cómo la gente conoce su arquitectura”. Es que esa nueva vida que se le dio a la casa se concibió a partir del imperativo de que fuera una pieza en la que se apreciara, del modo más fiel posible, lo que desde su concepción primera tuvo en mente el arquitecto al construirla. “La casa prácticamente no tuvo modificaciones, lo único que se modificó fue un espacio de la cocina para hacer los baños de arriba. Pero todo lo que es madera, las puertas, todo está como era originalmente”.
Barragán, cabe imaginar, estaría de lo más satisfecho y especialmente ahora que, además de aquel aniversario, se cumplen también quince años de que la casa fuera declarada Monumento Artístico de la Nación. Como se lee en el acuerdo publicado en el Diario Oficial de la Federación el 3 de mayo de 2006, tal decisión se tomó, entre otros motivos, en razón de que “esta obra presenta un alto grado de innovación de acuerdo con la época en que fue construida, ya que propone un juego volumétrico y un estilo con una fuerte connotación religiosa y neocolonial. En la técnica destaca el cuidadoso manejo de los materiales en los acabados, en los diferentes pavimentos, como el manejo de escalonamientos y terrazas con diferentes niveles, el material utilizado en muros es de adobe con aplanado, techumbre en teja y vigas, claros ejemplos del regionalismo…”.
Una edificación abierta al cielo
“Una de las cosas más interesantes en esta casa”, señala Alfaro, profesor del ITESO, doctor Honoris Causa por el Sistema Universitario Jesuita (SUJ) y estudioso de la obra del arquitecto tapatío, “es que es una obra de juventud, pero una obra de juventud en la que están las pistas y las claves de lo que va a llegar a ser el programa de Barragán. En sí misma, la obra está completamente lograda; no es solamente un esbozo; es una obra impecable, redonda, y por eso es fascinante. En segundo lugar, es una casa perfectamente integrada en el urbanismo de la época. Se hizo pensando en el contexto. En la entrevista que dio al arquitecto Ramírez Ugarte, Barragán concluyó diciendo: ‘¿Qué es lo más importante para una casa en la arquitectura mexicana? Que se sepa que se está en México’”. Aun cuando reúne elementos que facilitan imaginarla en otras latitudes, el hecho significativo es que la casa está en Guadalajara, si bien, como sigue diciendo Alfaro, “también podría estar en Casablanca. Pero no hubiera podido estar en Londres, ni en Viena. Había unos pocos lugares en el mundo donde podía estar, y éste era uno de ellos. El arquitecto está construyendo la casa, está construyendo la calle, está construyendo la ciudad”.
