Watson y el Modelo Nacional de Policía

Columnas lunes 01 de febrero de 2021 -

Sherlock Holmes, el célebre detective creado por sir Arthur Conan Doyle, llegó a quejarse de cómo Watson traducía por escrito sus conjeturas. Refiriéndose a Estudio en escarlata, afirma: “He ojeado el manuscrito y, francamente, no puedo felicitarle. La investigación es, o debiera ser, una ciencia exacta. Tendría, pues, que ser tratada siempre con frialdad y sin emoción. En cambio, usted ha tratado de introducir cierto romanticismo, lo cual provoca el mismo efecto que si introdujera una historia de amor o un rapto en la quinta proposición de Euclides”. Tal afirmación puede consultarse en la novela La marca de los cuatro, una de las pocas que escribió Conan Doyle, llevada en el Siglo XX a la pantalla grande.

La crítica de Watson debiera tener plena vigencia más allá de lo literario; merece ser una consigna en toda investigación policial que aspire a ser profesional y no coyuntural. La coyuntura, especialmente la política, es enemiga de la verdad que fortalece los sistemas de justicia penal.

Todos somos susceptibles de ser parte de la coyuntura. Pocos escapan a esa circunstancia. No importa si nuestra convicción es férrea, la coyuntura es una ola que envuelve todo a su paso. Es como el tsunami que arrasa y torna imposible toda reacción. Defenderse de ella es una proeza.

Cuando un hecho criminal adquiere máxima relevancia, las instituciones, todas, sienten que es su deber poner su parte para resolverlo, aunque los únicos capaces sean quienes son aptos y se han preparado para ello. Los medios —en cumplimiento de su misión— colocan en la agenda un suceso. La sociedad reacciona y pide justicia. Los políticos intentan llevar calma a los gobernados. Juegan al rol que Watson critica de Holmes. Dotan al crimen de aspectos emocionales y se contagia al gran público.

Así, el sentimiento que pudiera despertar la acción delictiva —justificado por su nivel de crueldad, segmento en que recayó la acción criminal u otros aspectos emocionales— se torna prioridad, por encima de las razones y formas de comisión del ilícito y, peor aún, de quién lo cometió, en qué calidad y por qué, lo que resulta el aspecto más relevante en el proceso penal y, por ende, de la impartición de justicia.

La investigación policial es una actividad compleja. Conlleva olvidar filias y fobias; creencias, posturas políticas y prioridades personales. Por eso, no es fácil contar con sólidas instancias de investigación policial, máxime si los modelos son sustituidos cada cambio de gobierno y, las capacidades construidas, dinamitadas por discrepancias de índole político partidistas.

En México existen aproximadamente 330 mil policías en los tres órdenes de gobierno. De ellos, no todos son operativos y solo uno de cada cuatro cuentan con el Certificado Único Policial (CUP); es decir, el aval técnico para el desarrollo de la función. Dentro de ese estado de fuerza se incluye a las policías de investigación, que, si analizamos la estructura orgánica de cada una de las corporaciones, son casi en exclusiva de las fiscalías. Esto se resume en que una minoría de policías investigan delitos en México.

De ahí la relevancia de apoyar la implementación del Modelo Nacional de Policía y Justicia Cívica, política transexenal que, entre otras cosas, propone Unidades de Investigación en las policías municipales. La SSPC encabezada por Rosa Icela Rodríguez tiene la gran oportunidad de romper el paradigma que ha evitado ampliar nuestras capacidades de investigación a nivel local.

Hacerlo es compartir la idea de Watson de que la investigación debiera ser tratada como una ciencia exacta y no como fuente de emoción coyuntural.

¿Alguien se opondría?