¿Podría la invasión de Rusia a Ucrania inspirar a China a iniciar una acción semejante en Taiwán? Entre los dos casos hay algunos paralelismos. Putin considera a ucranianos y rusos como un mismo pueblo, los cuales formaron parte de una estructura imperial histórica. Xi aun recuerda al “siglo de humillación” sufrido por China entre 1839 y 1949, superar esa etapa es central para el nacionalismo chino y por ello supone indispensable recuperar Taiwán. Oficialmente Pekín ha rechazado estas comparaciones, pero observa al conflicto ucraniano con mucha atención. Reclama desde hace tiempo la soberanía de la isla y se ha propuesto la intención de reintegrarla a la patria a más tardar en 2049. Pero si tenía planeado hacerlo por la fuerza en un futuro cercano inspirado al calor de la guerra ucraniana seguramente ya se lo estará pensando dos veces. Ucrania ya representa una advertencia: el uso indiscriminado de la fuerza militar en el siglo XXI conlleva un riesgo considerable de sufrir serios reveses.
Los ucranianos han demostrado un extraordinaria voluntad de lucha y lo mismo seguramente sería cierto para los taiwaneses. Y aunque, posiblemente, el ejército chino estaría motivado por la idea de la “reunificación nacional”, una invasión anfibia a través de 100 millas marítimas sería excesivamente complicada. La guerra en Ucrania también ha demostrado cómo líderes aparentemente modestos pueden ponerse a la altura de las circunstancias. Zelensky se ha convertido en un héroe improbable y a la presidenta taiwanesa Tsai Ing-wen le sobra fuerza moral para enfrentar una eventual embestida china.
Xi evalúa también las reacciones de Occidente durante la crisis de Ucrania. Observa la cohesión de la OTAN y la disposición de los gobiernos aliados a asumir los propios costos implicados en las sanciones a Rusia. La Unión Europea es el principal socio comercial de China. Entrar en conflicto con ella, así como con Estados Unidos y Japón, sería peligroso para un líder cuya prioridad es elevar los niveles de vida en casa. Además, una invasión haría retroceder años de esfuerzos del “poder blando” de Pekín, como la iniciativa de la nueva ruta de la seda, verdadera prioridad de Xi. Por otro lado, el compromiso estadounidense con Taiwán es mayor. Se trata del noveno socio comercial de Estados Unidos, e incluso cuenta con una ley especial donde Washington se compromete a protegerlo, un instrumento inusual e inexistente en el caso ucraniano. Rusia cuenta con recursos limitados, tiene prisa y solo tiene la fuerza bruta para tratar de afianzar su supuesta “esfera de influencia”. China tiene el tiempo a su favor: su economía, su influencia política y su fuerza militar crecen. Esto le da a Xi muchas más posibilidades de lograr concesiones de Taiwán en el largo plazo sin recurrir a una invasión.