Columnas
Poco se habla de las mujeres de la diversidad en el servicio público, los espacios de representación y toma de decisiones, no es porque no hayan estado ahí antes, al día de hoy la visibilidad de las mujeres que pertenecemos a la comunidad LGBTIQ+ es casi nula, la fórmula de Rousseau ha tenido un cambio ahora la democracia y los espacios para servir a ella están reservados para los hombres blancos y diversos que creen que desde sus ideas patriarcales sus agendas nos representan, la invisibilización de las mujeres persiste, ahora por los hombres gays, porque ser diverso no es sinónimo de perspectiva de género, porque culturalmente el machismo sigue arraigado.
Al día de hoy en México nacer mujer trae consigo condiciones desiguales, pero nacer mujer lesbiana, es sinónimo de ausencia de opciones y poca visibilidad, porque estadísticamente sólo el 5% de las mujeres de la diversidad se declaran abiertamente lesbianas y es quizá por miedo, porque México ocupa el segundo lugar a nivel mundial por crímenes de LGBT fobia. Mientras no hagamos de los derechos humanos valores de vida como sociedad, la paridad, el progreso y la justicia social seguirán siendo un anhelo de ciudadanos de segunda en esta la llamada democracia moderna, la verdadera paridad ha de lograrse institucionalizando la perspectiva de género con un enfoque transversal que significaría una conquista jurídica y política, pero, también democrática, permitir la coexistencia de la diversidad es liberarnos del yugo del patriarcado, del cisheterosexismo y habrá que luchar por ello. Hace más de 26 años una lesbiana puso un pie en San Lázaro, para entrar al pleno y tomar su curul; una mujer lesbiana rompió el miedo que hemos sentido todas, los estigmas e intolerancia que nos siguen acosando cuando salimos a la calle tomadas de la mano de nuestra pareja. Para ella no hubo acciones afirmativas que le arroparan, ni tribunales que velaran por sus derechos ante la violencia machista, no hubo redes sociales que se manifestaran, ella ya era una de las contadas voces que se hacía escuchar. De su labor legislativa se desprende la despenalización de la homosexualidad como agravante en el Código Penal.
Ocho legislaturas, casi un cuarto de siglo, 4,000 diputados en la llamada Casa del Pueblo de México y contadas las abiertamente lesbianas, que no llegan ni a diez en todo este tiempo, pero que han sido símbolo de representación e inspiración de conquista política en los espacios de toma de decisiones, dentro de los poderes constituidos en nuestro país.
Las agendas parecen ser las mismas desde hace mucho y los avances más significativos en la protección de nuestros derechos, en la mayoría de las ocasiones surgen después de un pronunciamiento de la SCJN, la Corte Interamericana y ahora del Tribunal Electoral con las acciones afirmativas, digo esto desde el entendimiento de la adversidad a la que se enfrenta toda legisladora con una agenda de género, sin embargo, también sobran las palabras cuando hay que hablar del olvido de las causas, cuando la lucha colectiva se ve marcada por el paso siguiente en el suspiro político, cuando las palabras libertad, derechos, igualdad y reconocimiento son usadas al amparo servil de un interés individual.
Andrea Gutiérrez