Ayer, amanecimos con titulares escandalosos sobre la inflación que hubo en el país durante enero de 2021. Resulta que las proyecciones del Banco de México se quedaron cortas, y eso bastaría para preocupar a cualquiera si no fuese porque al revisar el detalle, esa cifra terminó siendo de 0.86%. En México, estamos acostumbrados a hablar seriamente de inflación, por lo que el encabezado nos evoca pesadillas De la Madridistas o zedillistas, de 3 dígitos. Quienes fuimos niños en la década de los ochenta, recordamos con amargura cómo el lunes, el mismo dinero que te alcanzaba para un frutsi, unos krankys y una muppaleta, sólo alcanzaba para un raspadito el viernes de esa misma semana; ojalá fuera broma. Era aterrador para las personas saber que sus ahorros se podían convertir en comida de pollo de un día para otro, mientras un desgraciado de traje a la medida y lentes de fondo de botella, decía en cadena nacional que había que apretarse el cinturón, y la medicina era dolorosa, pero necesaria. Para no ir más lejos, la inflación general en 1995, para estas mismas fechas, ya era de más del 90%. Cómo han cambiado los tiempos.
Efectivamente, este enero la inflación mensual fue la más alta en 4 años y se ubicó en menos del 1% general. La proyección anual sigue en 3.54%. Para no hablar de cifras, podemos decir que la inflación sigue sin notarse más que en ciertos productos específicos.
La principal culpable de la inflación es la gasolina, y se debe a que partió de una deflación brutal en 2020 durante la crisis de la OPEP, que llegó a ubicarla en 14 pesos el litro. Paradójicamente, una gasolina así de barata es buena para el consumidor mexicano, pero muy mala para México, porque implica fragilidad en la calificación de deuda soberana del país, entre muchas otras cosas.
En otros bienes, la crisis ha sido deflacionaria, algo también atípico en las crisis mexicanas. Destaca la deflación de 19% en transporte aéreo y 21% de servicios turísticos en paquete.
En nuestro país, las debacles macroeconómicas llegaban con un estruendo: inflación del 100% en 60 días, alza en la tasa de interés de dos a tres dígitos en cuestión de semanas, y aumento exponencial en la cartera vencida de todos los bancos. Esto es otra cosa; es como si, con pandemia y todo, fuéramos ya un país civilizado e inserto en la economía moderna.
Pero lo más importante, y lo que cuesta más trabajo para los mexicanos, es el cambio de perspectiva para leer la inflación: en una crisis, la inflación es positiva, y la deflación negativa. La inflación (controlada, no caótica) es un indicador de dinamismo económico, sobre todo en la parte del consumo (demanda agregada), y la deflación pone a los sectores, si es sostenida, muy cerca del colapso. De ahí que se manifieste hoy en el rubro turístico. No estoy deseando que tengamos más inflación, simplemente pongo sobre la mesa que la comprensión simplista y selectiva de indicadores económicos pueden dar una impresión equivocada de que la economía va bien, o mal, pero nunca es precisa.