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Mujer vivió 40 años en confinamiento por ceguera

Mujer vivió 40 años en confinamiento por ceguera

Nación martes 19 de mayo de 2020 -

Por Claudia Bolaños
nacion@contrareplica.mx
Diana Jiménez, de 50 años, de la región mixteca, pasó 40 de sus 50 años de vida dentro de su casa, debido a la triple violencia que ha padecido por ser indígena, mujer y discapacitada.
Ahora, nuevamente está en confinamiento, pero por otra situación, la pandemia por el Covid-19, y no por su ceguera con la que nació sin que tuviera ningún acceso a educación especial, no obstante de su inteligencia que es a todas luces.
Oriunda de Santa María Tlahuitoltepec, en Oaxaca, pasó la mayor parte de su vida dentro de su casa, y no fue hasta que aprendió a usar el bastón para débiles visuales, y a leer en Braille que decidió salir sola a hacer las compras y otros mandados que su madre, ya de edad avanzada no podía hacer.
Entrevistada por ContraRéplica, narra que su vida ha sido marcada por el infortunio, no por la ceguera que ha sido parte de su vida, sino por el maltrato social ante la incomprensión de la discapacidad que se acentúa en las poblaciones indígenas, según un estudio de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, “Estudio sobre el marco de protección de los derechos humanos de las personas con discapacidad en las comunidades maya, otomí y tarahumara”.
“Yo he vivido de sufrimientos, maltrato y hablar mal —pues habla un dialecto— y me dicen que me hago pasar por ciega”, narra.
“En mi familia no hay violencia, pero hay personas que me violentan. A veces salgo y me encuentro algún borracho que me empuja y me toca mi pompa”, dice.
Antes de cumplir los cuarenta años, siempre estaba en su hogar, cuidando a sus animalitos de granja, preparando los alimentos y limpiando la casa, pues su madre trabajaba para sostener a ella y su hermano también invidente.
La señora trabajó para ellos desde joven, cuando quedó viuda y con dos hijos discapacitados.
Diana nunca fue a escuela alguna, porque no había oportunidades en su tierra para niños con discapacidades, que es otra de las situaciones que la CNDH ha encontrado en este tipo de comunidades.
A sus 40 años conoció a un amigo, ciego como ella, a quien llama su compañero, y quien le explicó que había un lenguaje especial para los ciegos, para aprender a leer, el cual le enseñó.
También le enseñó a usar el bastón guía para débiles visuales, y con ambas herramientas, se animó a salir sola a la calle, sentir la independencia por primera vez.
“Ahora salgo y me hacen eso”, lamenta Diana Jiménez.
Con el bastón, el conocimiento del alfabeto Braille y de sus derechos humanos, así como su pensión para discapacitados, Diana indica sentirse una ciudadana con derechos.
“He escuchado que tenemos el mismo derecho como personas normales. Siento que tengo diferentes herramientas para defenderme. Ahora puedo leer algunos textos”, menciona con orgullo y una amplia sonrisa.
Otra gran herramienta para empoderar a esta mujer indígena es que cuenta con su pensión del Gobierno federal, instaurada ya como derecho constitucional para las personas discapacitadas, lo que disminuye la preocupación de los padres sobre el futuro de sus hijos, como lo ha estudiado la CNDH.


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JG/CR

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