Columnas
En un mundo atravesado por la desigualdad, la salud ha dejado de ser un asunto únicamente clínico para asumirse como reflejo directo de estructuras sociales más profundas. Así lo ha confirmado el más reciente informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que vincula los resultados sanitarios con determinantes como la vivienda, el ingreso, la educación o el acceso a servicios públicos.
El informe mundial sobre los determinantes sociales de la equidad en la salud revela que las personas más desfavorecidas mueren más temprano y viven con más enfermedades. Las brechas entre países y dentro de los mismos se han ensanchado, y el panorama para las poblaciones marginadas resulta alarmante.
En este contexto de retrocesos globales, México, liderado por Claudia Sheinbaum Pardo como su gobernante, ha logrado consolidar avances que apuntan en dirección contraria. Políticas como la expansión de programas sociales universales, la federalización de los servicios de salud y la inversión en infraestructura comunitaria han incidido positivamente en los determinantes sociales.
La creación del IMSS-Bienestar como sistema de salud gratuito para personas sin seguridad social, junto con la entrega de apoyos económicos directos a mujeres, personas con discapacidad y comunidades indígenas, son parte de una política de Estado que reconoce que la pobreza no puede combatirse sin salud.
Mientras el informe de la OMS advierte que 3,800 millones de personas carecen de protección social básica, México ha establecido licencias de maternidad y paternidad, ampliado los días de incapacidad y extendido el acceso a medicamentos gratuitos en zonas rurales.
Si bien aún hay enormes desafíos, las reformas implementadas por el actual gobierno federal —particularmente en educación, empleo y atención primaria— se han alineado con las recomendaciones de organismos internacionales. Se ha priorizado a los más pobres, no por una lógica asistencial, sino por una visión integral de justicia social, que tenemos como herencia de la filosofía del “lopezobradorismo”.
En zonas con alta marginación, los gobiernos locales han replicado estos modelos. Las becas para estudiantes, los comedores comunitarios y los apoyos para madres solteras han representado redes de protección que inciden directamente en la salud de las personas.
Uno de los mayores retos que señala la OMS es la mortalidad materna en poblaciones vulnerables. México, aunque aún no ha erradicado este problema, ha reducido significativamente los índices mediante brigadas médicas rurales y centros comunitarios de atención obstétrica.
El informe también menciona que el cambio climático empujará a millones hacia la pobreza extrema. En respuesta, México ha apostado por proyectos de reforestación comunitaria y reconversión productiva en regiones afectadas por la sequía o la contaminación, buscando proteger el entorno y el bienestar social al mismo tiempo.
La justicia climática, entendida como parte del derecho a la salud, ha cobrado fuerza. Iniciativas como “Sembrando Vida” y la transición energética en el sur del país han involucrado a comunidades en situación de exclusión, generando ingresos y reduciendo vulnerabilidades sanitarias.
Frente al retroceso que vive el mundo, donde incluso países de ingreso alto enfrentan desigualdades crecientes, la ruta mexicana ha sido distinta. No exenta de críticas ni libre de errores, pero con un horizonte claro: el derecho a la salud no puede desvincularse de las condiciones de vida.
México ha entendido que para combatir enfermedades no basta con construir hospitales. Se requiere invertir en educación, combatir la violencia, garantizar la paz y fomentar empleos dignos. El enfoque integral, aunque apenas se consolida, se ha convertido en una de las mayores apuestas de este sexenio “claudista”.
Pero los pasos están dados. Frente al panorama sombrío que exhibe el informe de la OMS, México aparece como uno de los pocos países que ha asumido el reto con responsabilidad. La equidad en salud no puede esperar a mejores tiempos: es la tarea urgente de nuestro presente, que entiende muy bien el doctor David Kershenobich Stalnikowitz.
*Periodista | @JoseVictor_Rdz
Premio Nacional de Derechos Humanos 2017