“A todas las víctimas de la pandemia, a todas y todos aquellos que la combaten, la contienen, la resisten…”
“No hay nada de nuevo sin el consenso de todos”
México entró en una especie de catarsis del pasado donde nuestra locura, es, tal vez, “hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados”. ¿Pero cómo fue que llegamos aquí? Reafirmo que sucede porque las burocracias lo devoran todo, porque las tecnocracias lo maquillan todo, porque los actores de poder lo quieren todo.
Pero esto sucede también porque las organizaciones de la sociedad civil han entrado en un desgaste profundo donde, al igual que los actores políticos, se han convertido en una especie de cúpula que filtra todo; proyectos, agenda, intereses, opiniones, califican y descalifican, son jueces, son parte, son presupuesto, y son los de siempre.
Sucede porque los medios de comunicación siguen siendo los mismos, los que “compiten” para promover el consumo, el entretenimiento, el ocio, para hacer relevante a un actor, a un político, a un benefactor, a un influencer; son las empresas que acaparan audiencias para promover sus servicios, sus tiendas de “raya”, sus bancos y parte importante del presupuesto público.
Sucede porque en la mayoría de las entidades federativas donde aún no gobierna la 4T, siguen ocurriendo todo tipo de tropelías, corruptelas, embusterías, como una especie de año de hidalgo prolongado que va devorando todo, donde la audacia del que más se lleve siendo “aliado” le permitirá el velo de la impunidad durante la siguiente etapa de gobierno. Chiapas, Michoacán, Estado de México, son tan solo un ejemplo de como se financian las campañas políticas de los grupos de poder que a la postre deberán ser condescendientes.
Sucede porque la justicia a la que tanto anhelamos termina frustrada entre las embusterías previas de autoridades y gestores de la justicia en cualquier Ministerio Público y porque la sed de acabar con la impunidad es operada desde el más alto púlpito político del país sin menoscabo de llegar a las últimas consecuencias legales, puesto que el Estado de derecho es lo que menos importa.
Sucede porque los partidos políticos continúan funcionando con estructuras tradicionales encaminadas a privilegiar las lealtades personales, dejando fuera toda posibilidad de desarrollar un sistema político competitivo, incluyente y ciudadano. Porque hoy sabemos que incluso los candidatos independientes, también adolecen del mismo dolor de la corrupción y la ineficacia a la hora de la gobernanza.
De ahí que, a dos meses de iniciar el tercer año de gobierno de la cuarta transformación, de ser partícipes de la más grande elección de la que se tenga registro en nuestro sistema electoral, de la más grande pandemia que haya azotado a nuestro país, de la más grande crisis registrada en la historia, lo que verdaderamente importa… son dos visiones en el 2021. La primera, quién y cómo se repartirán los dineros. La segunda, quiénes se quedarán con la mayor tajada.
Los feminicidios… los desaparecidos… la falta de medicamentos… la corrupción de casa… las muertes dolosas… los asesinatos políticos… los casi 70 mil fallecimientos por el Covid19… esos temas, solo serán monedas de cambio de 2020 que harán de 2021 un camino similar al anterior, pero esta vez, en subida.
Ojalá no regresemos a aquella clásica que afirma que todo cambia, para que las cosas sigan igual. Porque el sistema es una estructura camaleónica con las mismas personas, con los mismos valores, con los mismos principios, con los mismos intereses, donde se adolece de todo, pero la única forma de salir beneficiado de circulo vicioso es ser quien reparte el presupuesto.