l domingo pasado por la tarde, México esperaba curioso y con esperanza el mensaje del jefe de Estado Andrés Manuel López Obrador. Pero el mensaje nunca llegó. En su lugar hubo un informe sin nada que alimentara el espíritu del pueblo en medio de esta emergencia sanitaria.
Hubiera sido el parteaguas perfecto para asumirse como Jefe de Estado, no de partido, ni de gobierno. Era el momento para dirigirse a todas las mexicanas y mexicanos.
Ahora el presidente López Obrador no supo unir, sumar en lugar de restar. La unidad nacional no se construye con calificativos y desaires, sino con un mensaje breve, contundente, pacificador, unificador, lleno de emotividad y dirigido al pueblo entero, sin distinciones.
Quiso priorizar a los pobres, buena decisión, si no hubiera olvidado a los demás. Lo malo es que tampoco pudo permear en los millones de hogares más desprotegidos.
Lo único que dejó claro es que la estrategia social y económica contra el coronavirus es seguir apostando por los programas sociales, la construcción de vivienda, infraestructura hidrosanitaria en las comunidades más pobres y la creación de nuevas plazas en el gobierno para la atención de la emergencia.
Olvida que la gente ya recibe esos valiosos apoyos del gobierno y aun así están sufriendo las consecuencias de una crisis no esperada, urgente y peligrosa. Se requieren medidas adicionales, extraordinarias, únicas, que ayuden a resistir estos meses, en lo que regresa la sufrible, pero llevadera realidad.
¿Acaso no se les ocurrieron o no quisieron aplicar medidas de apoyo directo, provisional e inmediato?
La Secretaría del Bienestar que dirige María Luisa Albores González conoce las colonias, pueblos, rancherías, comunidades, barrios y unidades habitacionales más pobres de México; bien podría armar un programa especial que lleve a cada hogar una despensa, completa y de calidad, frijol sin gorgojo que ayude a sobrellevar la cuarentena.
El gobierno federal podría condonar en todos los hogares un bimestre del consumo de energía eléctrica, dos meses el pago de los créditos de Infonavit y Fovissste, bajar provisionalmente el precio del gas y los servicios telefónicos, eliminar provisionalmente las cuotas en las autopistas para los vehículos dedicados a mantener el abasto de alimentos e insumos necesarios para atender la emergencia, todo esto previo acuerdo con las empresas.
En coordinación con los gobernadores podría condonar el recibo del agua y otorgar el servicio gratuito en los sistemas de transporte público para el personal de salud y seguridad pública.
¿No se cansan de que la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México Claudia Sheinbaum les siga marcando el paso? El programa especial para hacerles llegar un kit médico y una despensa de calidad a las personas que sean diagnosticadas con coronavirus, ha sido un éxito y está siendo muy bien recibido entre la población.
Lamentablemente pocos son los gobernadores que están entendiendo su papel en esta emergencia. Mientras los morenistas solo asienten y obedecen sin chistar las instrucciones federales, algunos opositores asumen esta emergencia como asunto federal y actúan en consecuencia, nadando de muertito. Listos para echar culpas si todo sale mal.
Pocos gobernadores y presidentes municipales han actuado en el marco de sus atribuciones y dentro del límite de sus recursos para atenuar los efectos del Covid-19 en sus territorios. Otros tantos, como Enrique Alfaro, en Jalisco, han actuado mal contribuyendo al caos y al temor colectivo.
En tiempos del coronavirus, la clase política debe pensar de qué manera puede contribuir y no estar pensando qué ganancia va a sacar en este río revuelto.