En muy pocas ocasiones, la obra artística suscita la necesidad de conocer la mano, la voz o la persona que escribe. Pareciera, como creían los formalistas rusos, que basta con la expresión lingüística para que se produzca el hecho estético, para que el ritmo provea el sentido y con apoyo en las imágenes y la interpretación del lector, nos acerquemos a una visión renovada del mundo.
Pero en el caso de Dolores Castro es diferente; en ella hay una perfecta sincronía entre su poesía, la expresión estética, la vida y la búsqueda de la verdad, la igualdad y la justicia; valores que ha heredado de una noble tradición liberal, que empieza en su familia, continúa en sus amistades y se traduce en un poderoso magisterio, que ha formado a incontables generaciones y, en momentos como éste, cuando la tragedia de la pandemia pareciera nublar nuestros caminos, siempre encontramos su figura, como un faro de luz y esperanza.
El filósofo francés Edgar Morin considera indispensable recuperar, para este mundo posmoderno, el amor, la poesía y la sabiduría que serían, parafraseando a Octavio Paz, tres sinónimos ardientes.
El amor es la búsqueda de la unidad perdida, restaña la desgarradura que los dioses infringieron al ser, separándolo en dos identidades: masculino y femenino; el amor es un sentimiento fraternal, abre sus brazos a los otros, al prójimo en un sentido universal y cristiano; mientras que la poesía, que pareciera un juego, como decía Heidegger, no lo es, porque en el juego los hombres se reúnen olvidándose de sí mismos, y en la poesía se agrupan sobre la base de su existencia.
El amor y la poesía confluyen en la sabiduría, porque ésta representa un conocimiento esencial de la vida. No hay en ello soberbia, sino la suave aceptación, como escribiera Dolores Castro, “del dulce dolor de estar viviendo”. La poesía es un estar y un ser en el mundo, pero asume una situación dinámica, cambiante, donde solo los instantes luminosos pueden dar cuenta de nuestro recorrido fugaz, relampagueante, por el tiempo.
La poesía de Dolores Castro es esa concreción lírica esencial, breve, rítmica y sorprendente, que recupera lo más preciado de este género y lo transforma en la verdad profunda que subyace en el filo del tiempo; en esa zona, donde impera el rostro más puro de la brasa; en esa región, semejante a la edad de oro, donde no hay “tuyo ni mío”, como solía decir don Quijote. En ese lugar, donde los hombres y mujeres son iguales.
Por eso se puede hablar de verdad en el arte, en la literatura y en la poesía de Dolores Castro, pues se trata de una obra donde la poesía, el amor y la sabiduría devienen expresión estética; una obra que, al abrevar en el centro del relato, o en el corazón del mito, solo puede ser universal.