Antonieta Rivas Mercado, en La Campaña de José Vasconcelos, se suma al principio del filósofo, y entonces candidato a la presidencia de la república en un entorno dominado por el poder del callismo, de una renovación del espíritu, que logre construir a una sociedad bajo los principios de la ciencia.
El conocimiento como eje atemperador de las pasiones, como voz crítica de auténtico cambio social, en donde la redención del ser humano tenga en la construcción de una sociedad justa, el fin de un agitado proceso que sumió al país primero en el behemot revolucionario, y después, en la imposición autoritaria de un caudillo que violó el propio sentido del movimiento que en el dicho construiría instituciones, pero en el hecho, imponía la sombra de un caudillismo arbitrario.
Antonieta no sólo es famosa por la redacción del mayor testimonio crítico de una campaña con la que se inaugurará el período comprendido como “maximato”, sino que más bien sería una página más -y muy importante-, de una de las figuras más trascendentes de la historia nacional, en momentos tan convulsos.
El protagonismo de Antonieta confluye con un período de renovación de las artes que contradice mucho de la heredad occidental, tan lastimada después de la Primera Guerra Mundial, en donde las vanguardias florecerán como lamento y esperanza de una sociedad que urge en reconstruir bajo cimientos novedosos, las ruinas de un entorno decadente. Es así sus vínculos con Federico García Lorca en la temporada neoyorkina, y la traducción en México de autores como André Gide u Oscar Wilde, que con su fascinante mezcla de transgresión y delicadeza, rematará con la fundación del grupo “Contemporáneos”, retomando el nombre de la revista patrocinada por una Antonieta que aspira a la cosmopolitización de una sociedad posrevolucionaria y medio provinciana, bastante ajena a los desarrollos culturales del momento.
Los contemporáneos: Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Bernardo Ortiz de Montellano, Jaime Torres Bodet -también secretario de educación-, Jorge Cuesta, etc…, son los jóvenes transgresores que tras el hartazgo de la violencia, y frente a una propuesta nacionalista impuesta en el discurso oficial, introdujeron y construyeron la vanguardia contemporánea que en todo momento reconoció la necesidad de la libertad como pancarta de la determinación de las personas, frente a un personalismo autoritario y zafio.
El patrocinio a Carlos Chávez en la génesis de la Orquesta Sinfónica Nacional, el patrocinio a representaciones teatrales recientes como Samuel Beckett, y la maravillosa presencia de una joven aristócrata que para nada se somete ni a los cánones femeninos del momento, ni tampoco a esa narrativa abyecta, reduccionista y vulgar, de pretender que la riqueza se encuentra ajena a la realidad social, o a la existencia de seres sorprendentes como lo fue nuestra querida Antonieta.