A Emilio, con todo mi amor, deseando que siempre sea una persona feliz y con conciencia social.
Los cambios que se han suscitado en los últimos años han visibilizado la forma en que podemos ejercer una paternidad responsable. Constantemente, la formación de los hombres se encuentra enmarcada por ciertos estereotipos en los que figuran imágenes de la forma en que debemos comportarnos. Desde niños, se nos establecen roles de acuerdo con nuestro sexo, se nos limitan las actividades y juguetes, se nos encasilla con ciertos colores en nuestra vestimenta, se nos enseña que el valor del hombre radica en retraer nuestras emociones y que depende del estatus económico, virilidad, fortaleza, agresividad y otros aspectos.
La paternidad, sin duda, es un tema complejo que se experimenta de manera profundamente personal. Si bien los lazos físicos y emocionales se viven de forma diferencial entre la madre y el padre, la participación de ambos en esta nueva realidad es fundamental para la formación de la personalidad del individuo. La madre experimenta el vínculo de una forma interna y directa desde las etapas más tempranas de la gestación. Y aunque para el padre este vínculo no ocurre de forma tan contundente y directa como con la madre, éste debe construirse a través de actos constantes en la vida de nuestros hijos.
El primer encuentro que tuve con Emilio es el más importante de mi vida y me lleva justo a dimensionar la importancia de ser padre bajo un proceso de aprendizaje, en el que el papel que se ejerce es distinto y complementario a la importante labor que realiza su mamá. Mis juegos y mi forma de relacionarnos pueden ser distintas, pero todo ocurre en el marco del amor, de la responsabilidad y del respeto —siendo éste, el modelo de crianza que mis padres me inculcaron—. En su educación, nos hemos esforzado por cuestionar y modificar el rol machista presente en el esquema tradicional. De esta manera, podemos cocinar, limpiar, jugar fútbol o ver películas y caricaturas sin sesgos de género; es decir, él puede decidir qué quiere ver, sin importar que el conservadurismo social dicte si es para niñas o niños.
La paternidad va más allá de enseñar a los hijos a sobrevivir, es un proceso —y oportunidad— de generar mejores seres humanos. Es necesario reconocer y transitar hacia un esquema en el que los hombres nos responsabilicemos y participemos de manera activa en la educación de nuestros hijos, tener presencia en todos los aspectos e involucrarlos en las actividades cotidianas, cuidar de sus emociones y necesidades, así como de su desarrollo cognitivo y social, fomentando actitudes respetuosas desde una perspectiva de derechos humanos hacia el trato con los demás.