Cada 2 de octubre, México se detiene para recordar uno de los episodios más oscuros de su historia contemporánea: la Masacre de Tlatelolco, que ocurrió en 1968 durante un periodo de agitación social y política. La década de 1960 marcó el inicio de una transformación de los paradigmas sociales, impulsada principalmente por las generaciones más jóvenes, especialmente los estudiantes universitarios. Este cambio se insertó en un contexto global caracterizado por protestas estudiantiles en países como Francia y Estados Unidos.
En México, las manifestaciones estudiantiles comenzaron a tomar fuerza a mediados de 1968, en un clima de autoritarismo y represión por parte del gobierno. Universitarios de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Instituto Politécnico Nacional (IPN) organizaron marchas para exigir el respeto a los derechos humanos, la disolución del cuerpo de granaderos y una mayor apertura democrática. Este movimiento atrajo a diversos sectores de la población, creando una amplia coalición que se unió a las demandas por cambios sociales significativos.
El 2 de octubre de aquel año, miles de personas se congregaron en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, para participar en un mitin en apoyo al movimiento estudiantil. Sin embargo, lo que debía ser una expresión pacífica de reivindicación social se convirtió en una tragedia.
A las 18:00 horas, un helicóptero sobrevoló la plaza y soltó luces de bengala como señal para iniciar la represión. La violencia del Estado se desató, resultando en la represión de los manifestantes. La brutalidad de los ataques continuó durante la noche, y aunque algunas víctimas han sido identificadas, el velo de la desinformación ha dificultado el conteo real de fallecidos.
Durante la tarde, la violencia del Estado se desató, resultando en la represión de los manifestantes. La brutalidad de los ataques continuó durante la noche, y aunque algunas víctimas han sido identificadas, el velo de la desinformación ha dificultado el conteo real de fallecidos.
Un hecho significativo que representa la represión vivida fue que los soldados entraron a los edificios de la Unidad Habitacional Nonoalco-Tlatelolco, en la Ciudad de México, para capturar a los manifestantes que se encontraban en ellos. Esto sucedió después de que los soldados confundieran a los militares que estaban abajo con los estudiantes, quienes en realidad estaban intentando salir del lugar o escondidos en los departamentos.
La cifra oficial, la que dio a conocer el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, sobre los muertos está entre los 20 y los 30. Sin embargo, John Rodda, periodista corresponsal en nuestro país del periódico The Guardian, reportó que habría al menos 500 estudiantes muertos.
Este número, de acuerdo con los testimonios que han perdurado, se lo dio un periodista mexicano cuya identidad se desconoce hoy en día. Sin embargo, Rodda reculó en la cifra y dijo que podrían haber sido 325 los muertos en la plancha de Tlatelolco.
A lo largo de los años, la búsqueda de justicia y el esclarecimiento de los hechos de aquel día han sido un constante en la sociedad mexicana. Organizaciones y ciudadanos han trabajado incansablemente para honrar la memoria de las víctimas y mantener viva la historia de la Masacre de Tlatelolco. Este trágico suceso sigue siendo un recordatorio de la importancia de luchar por los derechos humanos, la democracia y la justicia en el país.
Hoy, en cada conmemoración del 2 de octubre, se renueva el compromiso de no olvidar y de continuar la lucha por un México más justo, donde las voces de la juventud y de todos los ciudadanos sean escuchadas y respetadas.