Coronavirus peor que una guerra mundial. 

La primera guerra mundial (cinco años) dejó un saldo de 10 millones de muertos y 62 millones la segunda guerra mundial (seis años). El Covid-19 lleva, en menos de un año, más de un millón 100 mil decesos (y contando). En Hiroshima la bomba nuclear dejó 140 mil muertos y en Nagasaki 137 mil, muchos menos que la pandemia.

Peor que una guerra mundial o bomba nuclear, porque el enemigo es silencioso, nadie lo puede ver y actúa cuando menos se espera, en cualquier parte, sobre todo en espacios colectivos. No hay radar ni dron que lo detecte, no hay forma de anticipar su incursión en el cuerpo humano.

Peor porque no utiliza ningún tipo de armamento, es un virus que tiene preferencia por los adultos, sin que estén exentos o a salvo jóvenes y niños. Ataca al que se le ponga en el camino. Peor porque sólo es un enemigo y hasta ahora el mundo no ha sido capaz de vencerlo, quizás porque cada país quiere librar su propia lucha y las potencias crear su vacuna.

Peor porque no se sabe con certeza el punto exacto de su origen como para buscar desintegrar su madriguera.

Peor porque demostró su eficacia para propagarse por el planeta, sin que nadie pudiera atajarlo o encapsularse para evitar el contagio.

Peor porque el virus muta para seguir haciendo daño.

Aquellos que suponían que ya lo habían vencido, han empezado a sufrir rebrotes del virus. De nuevo medidas para restringir la movilidad de sociedades y tenerlas confinadas.

La potencias se han preparado para una tercera guerra mundial, pero nunca se ocuparon ni preocuparon por blindarse ante una pandemia o para unirse, juntar a sus mejores científicos en un laboratorio y entre todos encontrar la fórmula que la extermine.

¿Qué va a pasar cuando lleguen a la tierra invasores de otro planeta y quieran apropiarse de lo que no les corresponde?

¿Cada país va a librar su batalla o se van a unir para combatir al enemigo común y derrotarlo?

Esa es la realidad, cada potencia quiere inventar su vacuna, el antídoto, convencer a los demás que su medicamento es el mejor y hacer con su venta el gran negocio de la pandemia.

Las naciones no se han dado cuenta o no se quieren dar por enteradas de que la pandemia es peor que una guerra o una bomba nuclear.

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