La derecha en México sabe que la izquierda se nutre de la desigualdad, la rechaza pero la reproduce. Su inversión de tiempo y dinero no se destina a la igualdad social sino a la equidad de posibilidades que un ciudadano tiene entre un millón de alcanzar el sueño de La Cenicienta, y a esto le llama mundo de oportunidades. Es su concepto de igualdad.
Para la derecha cualquier ciudadano puede obtener el éxito si se lo propone, aunque su política sea lo impida. Mientras mayor desigualdad social mayor es la agresividad de la derecha como sucede en México, donde las campañas políticas se identificaron por un discurso violento, que acusa miedo, sobre todo en foros y medios donde tiene cabida su voz, como es el caso de los medios que le son afines y en el Congreso.
La derecha utilizó en los últimos tres años estrategias de presión fuera de la ortodoxia política y al margen de la ley, usando fake news, orquestando rumores, alterando el orden, inventando problemas sociales, armando manifestaciones por problemas artificiales. Se olvidó de la tarea dentro de sus respectivos partidos y éstos dejaron de tener identidad, aunque en la práctica todos eran de derecha, intentaban marcar sus diferencias, que terminaron por diluirse ante la fusión electoral de la alianza.
Los mecanismos de acción no electorales rebasaron el ejercicio partidista a grado tal que no sólo se quedaron sin cuadros sino que los arrojaron a la batalla del denuesto contra el gobierno, tratando de provocar excesos en el poder para después denunciar las expresiones de autoritarismo en los organismos internacionales. Salen de los lineamientos de los partidos para adoptar los que le son propios de pandillas.
Estos son los preparativos para descarrilar a los regímenes progresistas que pueden tener varios fines, desde el golpe de Estado suave, hasta el violento. Esto lo define el proceso y resultados de las acciones no electorales, que es la praxis de una derecha en busca de líder y se extravía en su dispersión.
La desarticulación conservadora, los egos, los intereses encontrados, el protagonismo, la figura fuerte del contrincante, etc., le impiden tener un líder para contrarrestar la hegemonía de la actual administración pública.
La falta de legitimidad de quienes buscan encabezar la derecha obstaculiza su avance hacia un liderazgo sólido, porque dejan atrás su práctica política partidista.
Ante la necesidad de preservar su posición y seguir su lucha se vuelven tan previsibles que no es necesario el trabajo de inteligencia, sobre todo porque en América Latina la influencia, patrocinios y apoyo de entidades internacionales como la CIA, la OEA, el FMI, el Banco Mundial, etc., no cambian su estrategia desde que nacieron y su esquema de desestabilización se repite sistemáticamente en todos los países donde quieren tumbar el gobierno.