Columnas
Los incendios forestales destruyen la cubierta forestal (pastos, pastizales, bosques y selvas, que absorben CO2 y nos regalan oxígeno, pero además contienen el 80 % de nuestra biodiversidad, indispensable para nuestra subsistencia).
Estos incendios generan emisiones muy tóxicas, como las dioxinas y furanos, carbono negro y alquitranes que nos envenenan y también reducen la actividad biológica de los suelos cuando estas emisiones se depositan.
De acuerdo con el estudio realizado por investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en 2020, a raíz de las mediciones de la capa de ozono que realizan los satélites cuando detectaron la destrucción entre el 3.0 % y 5.0 % del ozono presente en las latitudes medias del hemisferio sur. En el cinturón localizado entre Australia, Nueva Zelanda, y regiones de África y Sudamérica.
Como resultado de los enormes pirocumulonimbos (nombre técnico que reciben las columnas de humos que alcanzan alturas de kilómetros) que se elevaron hasta alcanzar la estratósfera aportando millones de toneladas de aerosoles, tras alcanzar las regiones polares arrastrados por las corrientes de aire estratosféricas habrían provocado la destrucción del ozono de los bordes del agujero de ozono localizado sobre la Antártida, ampliándose en 2.5 millones de Km2, esto es, un 10.0 % de su extensión total antes de que se dieran los incendios forestales en Australia en 2019.
Este alarmante hecho motivó a los investigadores a estudiar urgentemente este fenómeno, sus evaluaciones sirvieron para determinar el mecanismo mediante el cual se está generando nuevamente esta destrucción peligrosa de nuestra capa de ozono. Su estudio sugiere que todo inició antes de los 90´s con la liberación de los CFCs (clorofluorocarbonos, como el neón, freón y el clorodifluorometano, el famoso R22). Tienen una elevada persistencia en la estratósfera.
Simultáneamente son muy fotorreactivos bajo la acción intensa de la radiación ultravioleta que alcanza las capas altas de la atmósfera. Con el tiempo estos CFCs se han ido degradando y rompiendo, dando lugar a la formación de otros compuestos clorados como el ácido clorhídrico (HCl).
Su disociación se produce cuando éste (HCl) es absorbido por las gotas de ácido nítrico y agua que contienen las nubes estratosféricas. Al absorberse sobre la superficie de estas gotas, se generan las condiciones adecuadas para que el ácido clorhídrico se disuelva y libere el átomo de cloro, que destruye el ozono. Por eso debemos evitar estos criminales incendios.
*Carlos Alvarez Flores, Presidente de México, Comunicación y Ambiente, A.C.
Experto en Gestión de Residuos y Cambio Climático
www.carlosalvarezflores.com y Twitter @calvarezflores