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Pocos, muy pocos han poseído una capacidad innata para el boxeo como el gran Mohamed Alí, el mejor de todos los tiempos que dominaba cada aspecto de la técnica pugilística;desde la defensa con movimientos ágiles para esquivar golpes; su mítico juego de piernas sobre el cuadrilátero que volvía loco al rival; pegada respetable y, por si fuera poco, una mente estratégica que le permitía adaptarse para explotar las debilidades de sus contendientes. Para quien dude de estas afirmaciones bastará con ver, por ejemplo, la primera pelea de Alí vs Sonny Liston, que le dio el campeonato de los pesos pesados en 1964 o la llamada “pelea en la selva” Alí vs George Foreman, que se llevó a cabo en Kinshasa, Zaire (hoy República Democrática del Congo) en 1974. Ahí están los videos en Internet.
Pero la dimensión de gigante de Mohamed Alí llegó mucho más allá del simple deporte; fue un luchador social, activista y opositor al racismo, la discriminación y otras lacras del país de la democracia y la libertad. Muy temprano en su vida, a los 18 años, tuvo una transformación personal comenzó a gestarse cuando regresó de los Juegos Olímpicos de Roma 1960, donde obtuvo la medalla de oro de peso semipesado de forma por demás brillante tras vencer a los mejores peladores del bloque soviético, que por entonces dominaban el boxeo amateur.
Aún llevaba por nombre Cassius Marcellus Clay, Jr.; de regreso en el aeropuerto de Lousville, Kentucky, su ciudad natal, fue recibido como héroe y hasta desfiló por las callessobre un coche descapotable. Pensaba que su medalla le daría la fuerza para liberar a su pueblo. A los pocos días, lleno de autoconfianza, orgullo y optimismo, con su reluciente medalla al cuello, fue al centro de la ciudad que estaba casi exclusivamente abierto para los blancos, quedando la población negra relegada a sitios segregados. Inopinadamente entró en un restaurante, pidió un café y una hamburguesa, pero la mesera le dijo que el lugar era “sólo para blancos”, negándole el servicio. Cassius pidió hablar con el gerente, al que trató de explicarle, mostrando su medalla, quién era él y lo que había logrado en nombre de América (o sea de Estados Unidos, ojo colonizados). –No servimos negros [“negroes”] –dijo el gerente. –Yo tampoco me los como –fue la respuesta del flamante campeón olímpico –Sólo dame un café y una hamburguesa. Cassius Clay, que había nacido y crecido en Lousville, había sido un buen cristiano y acababa de ganar una medalla de oro olímpica no podía ir a comer a un restaurante cualquiera y pagar como todo el mundo. Algo andaba muy mal.
A raíz del penoso incidente en el restauransucho, gracias a la influencia de su amigo Malcom X (otro gran personaje de la historia), el joven Clay fue transformando su mentalidad y visión del mundo, se hizo miembro de la Nación del Islam, rama “sui generis” de esta religión, que no era ni chiita ni sunita y reinterpretaba las enseñanzas del profetaMohamed. En 1964 abandonó para siempre el nombre y apellidos que le habían dado sus padres, el cual provenía de los antiguos amos esclavistas de su abuelo y se rebautizó como Mohamed Alí. En adelante, echando mano de su poderosa personalidad, carisma, ingenio e inteligencia, Alí se dedicó a luchar en favor de la comunidad negra, defendiendo todo aquello que consideraba justo, lo cual al sistema de poder no le gustó en absoluto. Continuará el próximo jueves…