Ya inmersos en la crisis financiera global, donde lo único que se discute es qué tan pronunciada será y qué tanto se prolongará, es esencial tener una postura realista acerca de qué puede hacer cada país para mitigar sus efectos. Es fácil caer en la tentación de comparar sin contexto, sin marco de referencia; en una palabra, sin realismo.
El tema de la necesidad del aumento del gasto público es casi unánime. ¿Pero de dónde debe salir ese gasto? Eso, en un ambiente de depresión económica como la actual, es más importante, inclusive, que a dónde irá ese gasto.
Lo que debe buscarse es crear nuevos empleos y mantener los más posibles, puesto que el impulso a la demanda agregada es indispensable para reactivar el comercio y los servicios. Pero, incluso en los países que tienen recursos económicos cuantiosos, hay diferencias en su estrategia, pues subyace también una concepción distinta de la naturaleza de los factores de la producción.
Japón es uno de los ejemplos que mejor sirve para comparar la desigualdad en el margen de maniobra de los gobiernos para reactivar la economía de sus respectivos países. Está en el otro extremo respecto de países como México, incluso más que Estados Unidos, porque el modelo económico japonés, siendo capitalista como el que más, tiene algunas diferencias fundamentales con el esquema tradicional.
En primer lugar, las empresas buscan proteger los empleos antes que las utilidades para los accionistas en momentos de crisis, además de que los trabajadores suelen ser, muchas veces, accionistas. Esto no lo hacen por razones morales sino económicas. Su cálculo implica costos de mantener vs. rehacer su capital humano luego de la contingencia. Además, como vemos en la nota, su manejo de deuda pública es sumamente conservador. A diferencia de casi todos los países de economías emergentes, que buscan atraer capitales mediante tasas elevadas de rendimiento sobre la deuda emitida por el gobierno, el banco central japonés busca que la ganancia sea cercana a cero; es decir, que no sea negocio para nadie comprar deuda pública, por lo que se evitan corridas especulativas. Nada de esto es viable para los países capitalistas tradicionales, llámese México o Estados Unidos. Pero es interesante a la hora de comparar paquetes de rescate económico, puesto que las circunstancias no permiten medir unos con otros.
Por ello, es tan importante, también, entender la posición crediticia internacional de los países, para juzgar su viabilidad y conveniencia. En México, hay una pobre tradición de pedir prestado en los peores términos, y gastarlo en solapar malas prácticas financieras, en lugar de invertir y supervisar que ese dinero sirva para aumentar la productividad, la economía real, y además tarde o temprano regrese, de una u otra manera, a las arcas públicas. Un paso importante lo dio el Banco de México. Aparentemente, los créditos los dará a la banca para que a su vez lo use en créditos para la inversión, será vigilado para que tenga el destino adecuado. Tan ingenuo es confiar en los gobiernos sin vigilancia como la canonización del gremio empresarial. Cuando se les da un cheque en blanco, suelen cobrarlo y no pagarlo.