Columnas
En su “Ética Nicomaquea” Aristóteles decía que el ser humano es capaz de reconocer o distinguir perfectamente el bien del mal. Una voz en nuestro interior, la voz de la conciencia (o para algunos incluso, la voz de dios hablando en nuestra mente) nos permite discernir perfectamente lo uno de lo otro.
El dilema moral de las personas se presenta cuando, a pesar de saber que una conducta es moral, ética o jurídicamente reprochable, decidimos desplegar nuestras acciones siguiendo ese camino del “mal.”
Existe un "freno" que nos impide cometer actos ilegales, inmorales, perjudiciales. Dañar o lastimar a otros a sabiendas de ello. "Hacer el mal." Quitar voluntariamente ese "freno" para atrevernos a hacer aquello que en un sistema saludable de conducta no deberíamos hacer, es una decisión difícil e importante. Es una decisión que en un instante puede cambiar nuestra vida; echar a la basura todo lo que creíamos que nos pertenece. (No es cualquier cosa, pues.) Pero este tipo de decisiones trascendentales en sentido negativo, se pueden alcanzar con mayor “facilidad” cuando vamos allanando el camino empezando por ejemplo a permitirnos ciertas faltas "pequeñitas." Ciertas "mentiritas", pasar por encima de alguien, sentirnos superiores, creer que merecemos todo aquello que queremos, a toda costa, y creyendo que lo podemos hacer sin “pagar” las consecuencias. Cada vez es mas fácil ir "desgastando" el sistema de "frenado" de la conducta, y podemos llegar a cometer chingaderas, canalladas, atrocidades de las que nuestro "yo" consciente sentiría incluso asco o repulsión. Por eso es que, como dice la "teoría de las ventanas rotas", (https://www.laescenadelcrimen.com/crimen/teoria_ventanas_rotas/) debemos ser muy cuidadosos en esas "pequeñitas" faltas que nos permitimos cometer cada día, y que pueden terminar por convertirnos, sin darnos ni siquiera cuenta, en terribles monstruos egoístas e insensibles.
Nuestra conducta individual, confluye con las conductas de los demás miembros de una sociedad, dando lugar a una interacción que constituye el entorno social. La falta de freno a la conducta individual, genera la falta de límites claros en la conducta colectiva.
A lo largo de la historia de la humanidad se han intentado construir discursos reductores de opciones de conducta, como la religión, la moral o el derecho, (o
incluso la educación) para conducir a los seres humanos por el camino “recto” y que su comportamiento se guíe por los valores generalmente aceptados en una comunidad, lo cual desde mi punto de vista es un error, porque se trata de normas heteroaplicativas.
Ningún límite eficaz puede tener nuestra conducta, que no sea aquel que nosotros mismos decidamos imponerle.
Flor de Loto: La ola de violencia, temor e inseguridad de nuestras sociedades modernas, inicia con la “pequeña” mentira o el pequeño mal que nos permitimos hacer a otros.
Todos los lunes, antes de las 8:00 a.m., participo con Jesús Aguilar en Factor 96.1 con temas de tu interés y del trabajo legislativo. San Luis Potosí el mejor Estado de México.
— Héctor Serrano (@HectorSerranoC) February 10, 2025