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El silencio y los niños

El silencio y los niños

Columnas miércoles 22 de abril de 2020 -

Entre cuatro paredes, desde el “¡Quédense en casa!” identificó a la distancia la voz de una niña. Rompe el silencio de la calle. Juguetona, divertida, risas en cuarentena, inocencia que no teme al coronavirus. Solo ella entre vecinos de 6 edificios, de cinco y siete niveles. ¿Qué no hay más niños? Imagino que deben estar ocupados y comunicados a través de las redes, de sus teléfonos, así deben jugar.
Recuerdo que no hace mucho escuché a un pequeño extrovertido en reunión familiar que de esa manera se entretenía y hacer la tarea en casa. Presumía que podía seleccionar con quienes jugaría y a quienes no invitaría en esta especie de videoconferencias que ahora han descubierto los adultos en instancias oficiales.
En mejores tiempos eran días de preparativos para la celebración del Día del Niño. Hay que decir del niño, porque así mandan los nuevos cánones sociales, la equidad de género. Hoy están en casa, sin poder ir a la escuela, por orden de autoridades educativas y de salud.

Como no puedo ver qué hacen más niños en casas o al menos escucharlos, ni sé si están entretenidos con videojuegos, registro nada más la voz de la niña, es lo que me consta. A la hora de la comida mi hijo asegura que ahí viven una niña y un niño, que son los que escuchamos mañanas y tardes, en su recreo, sin la preocupación que cargan los mayores. A los infantes el coronavirus parece guardarles respeto, no se ha metido con ellos como lo ha hecho con los adultos.

Cero preparativos para acostumbrados festejos del último día del mes. Tampoco hay pregoneros o activistas alzando la voz por los derechos de los niños.
Al menos en la calle de la Ciudad de México que tengo a la vista, los niños y las niñas no se ven, aunque hace tiempo que han dejado de salir, por la inseguridad. Ahora, ni acompañados de sus padres los veo caminar. Las escuelas, cerradas, hasta vencer al Coronavirus; mientras, aprendizaje en línea o por televisión.
Seguiré escuchando a la distancia la voz y risa de la niña, contagia.
En las noches, al mirar por la ventana, llama la atención la romería de adultos que pasean a sus mascotas. En una mano llevan la correa y en la otra el teléfono. Más de uno en conversación con su celular. En tiempos ancestrales dirían que “está loco, va hablando solo”.
Prevalece el silencio nocturno, no hay fiestas, ni serenatas ni mañanitas ni reventones de fin de semana. Es tal el silencio que hasta mi cuarto llega el sonido o ruido arrullador que hace el motor del refrigerador en la cocina.

vite10@hotmail.com
@zarateaz1
arturozarate.com


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/CR

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