Si Hidalgo era un bastión del PRI, el temor a perderlo obliga a los priistas a imponerle un candidato del PAN a la gubernatura, que seguramente perderá. Esa es la perspectiva nacional de un partido que se queda sin gubernaturas y sin fuerza social.
El PAN no está mejor y Movimiento Ciudadano le apuesta a morir con dignidad, pero a morir al fin y al cabo, aunque tenga apoyos improvisados de cuadros sin amo como Monreal, cuya desesperación por una candidatura le obliga a asociarse con partidos agonizantes.
Se vislumbra una división del PRI con epicentro en Hidalgo, y una del PAN con sede en Aguascalientes, donde sucede lo mismo: el líder nacional, Marko Cortés, impone un candidato que el gobernador sabe que es perdedor. Es decir, puede perder lo que ahora creen ganar, o sea Aguascalientes, donde el PAN ha tenido graves errores tanto de parte del gobernador como del líder nacional. Morena no da por perdido Aguascalientes y al PAN cada día se le va más de las manos ese posible triunfo.
Lo peor para el PRI no está en este año sino en el próximo que perderá dos estados que nunca han sido gobernados por otro partido que no sea el tricolor: Estado de México y Coahuila, lo cual lo deja sin gubernaturas que son los cargos que tanto social como económicamente nutrían al partido. Si a esto añadimos que mientras menos votos menores son las prerrogativas tienen los partidos, vemos un PRI diluido.
La alianza puede convertirse en partido, con dinero de los empresarios, pero sin apoyo social, donde el PAN sería, como sucede en Hidalgo, el que designe candidatos y promueva la oposición, como una sola columna, uniforme de objetivos pero sin congruencia en las posturas políticas.
De no conformarse una agrupación sólida, con algo más que convenios electorales, la alianza no llegará unida a las elecciones del 23 y menos aún para 2024. Tendrán que conformarse en un grupo más allá de la coyuntura electoral para sobrevivir. Los egocentrismos al interior y los intereses que permean a tres partidos tienden a disgregar esta agrupación que podría, incluso, no llegar fortalecida en seis meses cuando se ponga a prueba las simpatías hacia sus colores y candidatos.
La alianza opositora no busca un líder que gane en las urnas sino un dirigente que mantenga la unidad de esa alianza, conformada por partidos que, en su interior, están divididos en varias partes; no hay, a la vista, ningún candidato con antecedentes de unificación; al contrario. los hay con vocación separatista, con experiencia en dividir, en desmembrar organizaciones, en traicionar causas y partidos, ideas y movimientos.
Los integrantes de la alianza saben que no van a ganar 2024, pero saben que sin un líder que los una, desaparecerán.