Para Graciela Báez, Javier Cabiedes y Mario Delgado
En enero de 2019, luego de un paréntesis de varios años fuera de la ciudad de México, me incorporé a la Cámara de Diputados en la ya histórica LXIV Legislatura como parte del equipo de la secretaria general Graciela Báez.
En una primera etapa, mis funciones fueron las de un asesor más dentro del staff de la secretaria, habiendo desarrollado actividades de diverso tipo hasta que, a partir más o menos de 2020, pusimos en marcha un proyecto que estaba llamado a constituirse en mi plataforma fundamental de trabajo para los años sucesivos en tanto que funcionario de la Cámara de Diputados: el Espacio Cultural San Lázaro (ECSL), que vino a institucionalizarse como la plataforma cultural y “académica” de la Cámara de Diputados.
El referente lejano es la idea de la Grecia clásica según la cual la personalidad humana es el resultado de la convergencia de la faceta artística, expresada en el teatro, la faceta política, expresada en el ágora, y la faceta racional, expresada en la filosofía, de donde el lema que le da sentido y proyección: Arte, Política y Filosofía desde la Cámara de Diputados.
El referente medular es José Vasconcelos, la figura histórica que con más potencia gravita sobre mí y que tengo metido en el torrente sanguíneo sin perjuicio de que mis coordenadas tanto filosóficas como ideológicas no necesariamente sean las mismas, y para el que nunca hubo una distinción clara entre la acción política, la pasión histórica y el rigor sistemático de la filosofía, además de que nos dejó uno de los testimonios vitales más apasionantes e intensos y bellos de que se tenga registro en México.
A partir de diciembre de 2021, pandemia de por medio, el ECSL se constituyó en una Dirección General dentro de la espina dorsal de la Secretaría General de la Cámara: la semilla había sido sembrada.
Los primeros frutos se reagruparon en dos áreas principales: Academia (seminarios temáticos de muy diverso tipo) y Cultura en General (arte, música, jazz, poesía, cine).Tenemos un registro aproximado de entre 700 y 800 eventos en total, tal vez más.
Mirando retrospectivamente, el ECSL ha venido a ser la coronación de una actividad que me define desde hace más de treinta años, cuando desde tiempos universitarios me dedicaba a organizar tertulias, conciertos de jazz, grupos de estudio y discusión y hasta un ateneo, que organizamos en la memoria de José Revueltas con el nombre de Ateneo Los Días Terrenales y que hoy vive y respira bajo el nombre de Club Literario Nikolái Nikoláievich Pseldónimov.
Como podrá imaginarse, la inspiración de todo ha sido efectivamente Vasconcelos ¿ya me entienden? –aunque aquí resuena también “el eco de las arias” de la generación de los liberales de Ayutla como Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez o Altamirano, no olvidemos eso–, que desde el Ateneo de la Juventud hasta la creación y dirección de la Biblioteca de México, creación de la SEP de por medio, definió las coordenadas de su vida en función de la intersección de las ideas, la política, la historia y la filosofía.
Hace unos días, mi ciclo en la Cámara de Diputados, y por tanto en el ECSL, ha llegado a su fin por virtud de los cambios que normalmente acompañan a cambios más generales y amplios que se dan en las instituciones, como es el caso de la legislatura entrante.
Una vez fuera de la responsabilidad del cargo, quiero añadir solamente que el ECSL no hubiera sido posible sin los cauces históricos que la 4T le ha abierto al país y a la sociedad, para los efectos de lo cual trabajamos según tres principios fundamentales: la política de “rejas abajo” (apertura a la ciudadanía), la obligación republicana de crear bienes públicos con recursos públicos para reivindicar con ello a la política y al servicio público, y la función histórica de acercar al pueblo lo bello, lo bueno, lo racional y lo sublime.
Ante todos me inclino, por todo los abrazo y sobre todo les digo gracias. La comedia é finita.