Columnas
El acceso al conocimiento, gracias a los medios de comunicación, conforman uno de los grandes desarrollos del mundo Occidental, así como la idea de atravesar por un proceso crítico que permita al estudioso, adquirir los instrumentos intelectuales pertinentes, que nacen del entrenamiento académico. La formación del ser humano tuvo en la estructuración de un programa universal del conocimiento científico, uno de los más importantes logros civilizatorios que el Barón Wilhem von Hulmboldt implementó para la Prusia ilustrada con la génesis del gimnasium (bachillerato para nosotros).
El Gimnasium prusiano es un proyecto formativo de la persona, previo a los estudios universitarios, en donde se muestra un panorama diferenciado de disciplinas, con afán de digerir el gran proyecto enciclopédico, fortaleciendo a los muchachos para tener un criterio lo suficientemente crítico que, entre otras cosas, le confiriese juicio para elegir su profesión de manera consciente. Todo avance civilizatorio requiere tiempo, donde el cultivo de las capacidades, y el incremento de la exigencias, constituyen el carácter que hacen del adolescente un ciudadano, y no un ente acrítico, incapaz de tomar decisiones, inmune a las exigencias que las calificaciones, con todo lo generalizantes que pueden ser, ya que no confieren una plena comprensión de las habilidades de la persona, lo cierto es que sí fundan un parámetro más que para el profesor, sí para el propio estudiante que aprende a exigir más de sí mismo, desterrando la mediocridad autocomplaciente. Solamente un esclavo, ciego de sí, carente de auto exigencia, pues ser excluido del fortalecimiento de su conciencia. Quitar evaluaciones es barbárico.
La conciencia requiere del otro, en este caso, el otro es la calificación misma que refleja la propia capacidad de exigencia, convirtiéndome en un ente capaz de inconformarse con una nota. La ilustración, defensora de la autoconciencia surgida de la formación crítica que ofrece la ciencia, para nada es justificadora del paternalismo mediocre que evita en la persona el surgimiento de habilidades y autoexigencias que lo hagan ser mejor. La aspiración para superar los propios límites, confrontándose unas veces con el mundo, y otras consigo mismo, como el Hércules mítico condenado a la complejidad de los trabajos que harían de su vida, una zaga ejemplar de la vida del héroe en su proceso de construcción, elevando sus facultades al nivel de la poesía. Educación y exigencia son elementos claves de la virtud. Sin virtud, no podemos erigir ciudadanos ejemplares que sean los bloques de la pólis, con su alma que son sus leyes, los destructores de tiranos y los enemigos de las turbas violentas, dependientes y brutas. Porque ser ciudadano requiere conciencia, evaluación y exigencia… quitar eso, es maña de tirano, pues son las cadenas con las que aprisiona la voluntad, degradando a su pueblo a la condición inmoral del esclavo.