Inesperadamente mal le fue al Partido Republicano en los comicios de medio mandato. Trump, el antes idolatrado campeón de los conservadores, hoy es denostado por muchos de sus correligionarios como parecía imposible haberlo imaginado hace apenas unos meses. Lo consideran responsable de tan tremendo desaguisado en las urnas. Aunque no está claro si los hoy resentidos sepan y puedan abatir a su nuevo y ardiente enemigo, quien ha demostrado una y otra vez contar con una poderosa base de apoyo dentro de las bases republicanas, apta para ganar en las primarias del partido, pero insuficiente a la hora de enfrentar a los demócratas. ¡Vaya maldición! A los republicanos les puede pasar como al Dr. Frankenstein, quien pereció víctima de su propia monstruosa creación.
“Frankentrump” no se amilana. Tratará de ganar la nominación como candidato presidencial del Partido Republicano en 2024. Lo ha anunciado con bombo y platillo. Intenta tomar por sorpresa a sus rivales, pero lo hace en medio de un ambiente anticlimático. Si se sintiera en mejor posición no tendría necesidad de presentarse tan pronto. Pero la bestia está herida. Por eso se ha dedicado a despotricar contra los líderes republicanos, pero también contra los miembros de su entorno más cercano, el cual incluye a a su propia esposa Melania, al presentador de la cadena Fox Sean Hannity y al magnate casinero Steve Wynn. Por su parte, escucha un alud de críticas. Mi favorita es la de Peter King, expresidente del Partido Republicano, quien afirmó: “El partido no debe ser una plataforma del culto a la personalidad de nadie”. ¡Vaya chulada! Hasta el New York Post, tabloide conservador, envistió contra su antes amado líder en sendas portadas donde se exhibía una foto del gobernador de Florida DeSantis con el título “DeFuture” y también una burlona caricatura del expresidente como un torpe “Dumpy Trumpy”. Trump respondió fiel a su más refinado estilo: llenando de insultos y coacciones a todos, sobre todo a DeSantis, a quien amenaza sin miramientos: “Si se postula, contaré cosas sobre él que no serán muy halagadoras".
Quizá todo esto represente el principio del fin para Trump, pero la bestia no se ira sin dar una buena pelea. Antes de irse va a incendiar la casa. Así son los megalómanos, no saben perder. Por otra parte, muy difícilmente el Partido Republicano volverá pronto a la “normalidad” librando, como está, una guerra cultural interminable en lugar de ofrecer un programa político coherente para Estados Unidos. Incluso sin Trump las condiciones de su ascenso persistirán por mucho tiempo.
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