Cada año, con la llegada de las lluvias, la Ciudad de México revive la misma pesadilla: calles inundadas, autos varados, viviendas anegadas y ciudadanos atrapados en el caos. La indignación suele volcarse contra las autoridades, y con razón: hace falta inversión, mantenimiento y planeación urbana. Pero rara vez miramos hacia otro lado de la moneda: nuestra propia responsabilidad como ciudadanos.
Sí, hay mucho que puede y debe hacer el gobierno, pero también hay acciones concretas que podemos tomar para evitar que las lluvias se conviertan en tragedia. El problema de las inundaciones no empieza (ni termina) en las nubes; muchas veces comienza en nuestras casas, en nuestras manos, en nuestra indiferencia.
Una de las principales causas de encharcamientos y desbordamientos es la basura que tapa las coladeras. Y esa basura no llegó sola: botellas de plástico, envolturas, restos de comida, unicel, colillas de cigarro. Día con día, toneladas de desechos son arrojadas a la calle sin pensar en las consecuencias. Lluvia tras lluvia, los drenajes colapsan por una acumulación que, en gran parte, podría evitarse.
Basta caminar un poco por la ciudad para ver cómo se acumulan residuos frente a mercados, tianguis o esquinas concurridas. ¿Y cuántas veces no hemos presenciado cómo alguien arroja un envase al suelo “porque no hay bote cerca”? Esa costumbre, tan cotidiana como irresponsable, tiene un alto precio colectivo.
También está la cultura de pavimentarlo todo: patios, banquetas, jardines convertidos en estacionamientos. Al impermeabilizar cada centímetro disponible, evitamos que el agua se filtre al subsuelo, lo que aumenta el escurrimiento superficial y la saturación del sistema de drenaje.
Pero no todo está perdido. Podemos comenzar por pequeñas acciones con gran impacto: separar y disponer adecuadamente de la basura, barrer el frente de nuestras casas, evitar tirar residuos en la vía pública, conservar áreas verdes, y si es posible, colocar sistemas de captación pluvial en nuestros hogares. Incluso reportar coladeras tapadas o fallas en el sistema hidráulico puede marcar la diferencia.
La prevención de inundaciones no es exclusiva de ingenieros ni de funcionarios. Es un tema de conciencia colectiva. Como sociedad, debemos entender que nuestras acciones diarias, por mínimas que parezcan, contribuyen al problema… o a su solución.
Si queremos una ciudad menos vulnerable al agua, tenemos que comenzar por asumir nuestra parte. Porque cuando el agua entra a nuestras casas, ya es demasiado tarde para buscar culpables.
¿Y tú, qué haces en casa, trabajo o trayecto diario para ayudar a que no se compliquen las lluvias? Me interesa tu opinión, escríbeme en redes sociales, estoy como @federicoreyestv