En junio pasado se conmocionó nuestro país por los hechos sucedidos dentro de una iglesia en la comunidad de Cerocahui, Chihuahua, donde fueron asesinados los padres jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora, cuando intentaban ayudar a un hombre herido de nombre Pedro Eliodoro, que ingresó a su parroquia. Se ha señalado como presunto responsable de los hechos a Noriel Portillo Gil, “El Chueco”, líder de una célula del grupo delictivo “Gente Nueva”, considerado como el brazo armado del Cártel de Sinaloa en aquella entidad.
Respecto de los hechos mencionados, el presidente López Obrador los ha minimizado, lo que ha desatado la furia de la iglesia católica.
Como respuesta a la inacción del Gobierno, la iglesia católica ha llamado a las Jornadas de Oración por La Paz.
Las Jornadas de Oración por La Paz surgen por instrucción coordinada de todo el clero diocesano, de las organizaciones religiosas sindicadas y desde la más alta sede de la Compañía de Jesús, como un de acto de desagravio por los sacerdotes asesinados, todos, pero especialmente los dos Jesuitas del templo en Cerocahui.
Las Jornadas de Oración por La Paz, son actos que se realizan en todas las iglesias del país. Estos actos eclesiásticos comenzaron con misas el domingo pasado, pero el llamado de las jerarquías plantea que, durante todo el mes, se vayan a oficiar misas y actos de oración a todos aquellos sitios donde hayan ocurrido atentados a la vida de alguien.
El domingo pasado la intención especial de orar fue por los sacerdotes asesinados en México, y en particular por los dos sacerdotes muertos recientemente. En este mismo mes, en un segundo momento, se llevará acabo una jornada de oración por los más de 100 mil desaparecidos en este sexenio así como por los feminicidios y asesinatos de líderes sociales y periodistas. Y en un tercer momento la jornada de oración será por los victimarios.
El mensaje tanto de los lideres religiosos como el de la sociedad civil fue el deseo de justicia, reconciliación y paz.
Entre las exigencias de las Jornadas de Oración por La Paz está el que las autoridades dejen de expresar el despropósito de que los criminales, los que arrebatan vidas y truncan familias, secuestran, extorsionan a comerciantes de todo tipo, a Ministros del Culto, merecen abrazos.
La Jornada de Oración no es más que una manifestación de indignación contra los hechos sucedidos, así como la inconformidad por la ineptitud del actual gobierno.
La violencia brota por todos lados en nuestro país y el gobierno no hace nada, todos los días crecen los cárteles de la delincuencia organizada, pareciera que estamos frente a alianzas con ellos y complicidades.
El reclamo de las jornadas de oración es contra el modelo de seguridad pública que ha implementado el presidente Andrés Manuel López Obrador y que entre otros logros tiene en su haber más de 124 mil muertos en cuatro años, cifra muy superior a la de los dos anteriores sexenios.
López Obrador y su modelo fallido de seguridad pública, de “abrazos y no balazos” lo ha llevado a una confrontación con las fuerzas eclesiales y religiosas del país, que no veíamos desde la Ley Calles en 1926.