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La Tristeza

La Tristeza

Columnas viernes 09 de abril de 2021 -

Por Luis Monteagudo

Existen momentos donde los seres humanos nos encontramos frente a una difícil encrucijada, pues las posibilidades electivas de la vida, que en la primera juventud se manifestaban como una complicada diversidad, se van limitando, y la toma de decisiones pasa factura, con réditos que pueden llegar a ser crueles. Criaturas de decisiones, eso es lo que somos, y por ellas nos fortalecemos o decaemos.

Existe un hermoso cuento árabe, en donde un importante pensador se sentaba todas las tardes a ver el ocaso desde su balcón. Era tan constante que no dejó de llamar la atención de todo su entorno que creía que seguramente una gran idea se estaba gestando, como se lo hizo saber uno de sus discípulos cierto día. Grandes fueron los ojos del sabio ante el comentario, que de inmediato puso su mirada en ese balcón de herrerías oscuras por el que las sombras de los árboles se expandían por la tarde.

Resulta que lo que que le ocurría era que una profunda tristeza lo invadía, el pesar del camino andado, completamente dedicado al estudio del pensamiento, lo había alejado de un mundo que transcurría casi imperceptiblemente. Se comprendió profundamente solo, y no dejaba de recordar ese pasaje aristotélico que dice que la vida sin amigos no tiene ningún sentido. Eso le generaba un pesar tan terrible, que se sentaba aterrorizado, intentando sobreponerse de un yo interno que le rogaba un poco de afecto.

El sabio sentía la tristeza por vislumbrar que quizá se había equivocado, que a lo mejor todo le habría sido más gratificante si hubiera seguido de funcionario en el diván del sultán, rodeado de gente que simplemente veía en él no a sabio alguno, sino a un simple mortal, donde un café por la tarde le ofrecía todas las gratificaciones que ni la compañía de sus congéneres, o los cálidos brazos del ser amado, inexistente, le pudieran arropar con gran cariño.

El temor del andar por la vida, con sus infinitas preocupaciones cotidianas, marcaban el silencio del sabio amante de la metafísica y la epistemología. Esa sensación de vacuidad se expandía cada tarde, mientras sus ojos veían la caída de la noche desde el balcón donde solamente se rogaba por un poco de humanidad.

Cuando el sabio pensó en todo esto, en su tristeza solitaria, simplemente sonrió al discípulo contestándole de que pensaba efectivamente en un nuevo algoritmo que pudiera sanar al ser humano de las penas del alma. La enseñanza de la narración, no deja de reflejar esos momentos decisivos en donde el juicio de un ser dotado de inteligencia y de corazón, repasa su trayectoria con el terror del equívoco, a la manera del sabio que con el transcurrir del tiempo asumió, con estoicismo, el costo de sus decisiones.


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