Columnas
https://youtu.be/VjZyaOMOJSo?si=Y7t3BGrNZTGlnSL2
El 23 de marzo de 1994, asesinaron a Luis Donaldo Colosio. En 1996, viajé a Tijuana, visité Lomas Taurinas, me imaginé el calor sofocante de ese día de primavera, el tumulto de las fuerzas vivas del PRI, las porras de la CTM, la CNC; las mantas de apoyo, la música a todo volumen, la tristemente célebre, Culebra de Banda Machos. Pensé, como otros lo han dicho o escrito, lo trajeron a la boca del lobo.
Cumplimos en pleno proceso electoral, treinta años del magnicidio que cambió la historia de México. Los hechos están ahí, entre montañas de papeles, pero no los queremos ver: aquella tarde, Mario Aburto disparó a quemarropa a Luis Donaldo Colosio. Fue capturado, confesó su crimen, declaró que actuó solo; lo procesaron y sentenciaron. No hubo impunidad. Mario Aburto tenía 23 años cuando disparó a Colosio, ha pasado 30 en prisión. Cumplió su condena, tendría que salir, pero por argucias legales y conveniencias políticas seguirá en la cárcel, quizá por 15 años más.
Teorías de la conspiración sobran, hipótesis van y vienen, el eterno, “y si no hubieran matado a Colosio”.
Será el sereno, pero en tres décadas de gobiernos priístas, panistas y ahora, morenistas, las autoridades no han podido demostrar que fue un complot y que Aburto tuvo cómplices. En ocasiones lo evidente es la realidad, pero no la aceptamos, porque a nuestros ojos y entender nos resulta imposible darle credibilidad a un hombre que decidió, en la soledad de la noche y agobiado por sus demonios, matar al candidato del PRI a la Presidencia de la República.
No aceptamos que alguien solo, de origen humilde, que una persona tan insignificante, dirán otros, haya cambiado el futuro del país en unos segundos. Por eso prefieren atribuirle la autoría intelectual de este asesinato al poder o a fuerzas ocultas que operan en México.
Pasarán 40 años, 50 años, un siglo, Mario Aburto y los testigos o asistentes al mitin de Lomas Taurinas,morirán. El asesinato de Luis Donaldo Colosio quedará en la historia de los magnicidios mexicanos, después del capítulo de Álvaro Obregón y su asesinato en La Bombilla por León Toral. A ningún político le conviene que Mario Aburto recupere su libertad. ¿Y la justicia?
Nunca más un candidato o candidata presidencial harán un mitin proselitista en Lomas Taurinas. Pregunta: ¿En 30 años, las instituciones de seguridad e inteligencia del Estado mexicano han generado las capacidades para evitar que otro Mario Aburto pueda actuar en contra de algún aspirante presidencial o cómo ocurre con varios asuntos de la vida nacional, se lo dejaremos al destino? La respuesta me eriza la piel. Eso pienso yo, ¿usted qué opina? La política es de bronce.