La vida nocturna siempre ha sido un refugio para los jóvenes, un espacio donde la música, la danza y la socialización crean momentos memorables. Sin embargo, en México, se ha convertido en un terreno peligroso. Los bares, centros nocturnos y antros, que deberían ser lugares de esparcimiento, se han transformado en escenarios de crímenes atroces.
Durante más de 16 años, un grupo de mujeres conocido como "Las goteras" ha operado con impunidad en los principales antros y hoteles de corta estancia del país. Su modus operandi es sencillo pero efectivo: seducen a hombres con alto poder adquisitivo, les suministran drogas a través de gotas oftálmicas o alcaloides como la escopolamina, y luego proceden a robarles o, en casos extremos, secuestrarlos. La audacia con la que operan es alarmante. En muchos casos, cuentan con la complicidad de los gerentes y meseros de los establecimientos. Esta red de complicidades ha permitido que acumulen ganancias que oscilan entre los 20 mil y hasta 300 mil pesos por noche.
La cultura popular ha retratado esta problemática. Arturo Ripstein, en su película "La calle de la amargura", aborda el asesinato de dos estrellas de la lucha libre mexicana a manos de mujeres que emplearon tácticas similares a las de "Las goteras". Sin embargo, más allá de la pantalla grande, la realidad es aún más sombría. El reciente asesinato del empresario Íñigo Arenas Saiz, de 41 años, es un recordatorio brutal de la falta de estrategia y capacidad de las autoridades, tanto de la capital del país como del Estado de México, para enfrentar y desmantelar estas redes delictivas. Las alcaldías Benito Juárez, Miguel Hidalgo, Coyoacán y Naucalpan se han convertido en los principales focos de operación de estas mujeres. Y aunque las autoridades han intentado combatir el fenómeno, la realidad es que la cadena de complicidades parece ser más fuerte que la ley.
Según el INEGI, en México existen más de 31 mil centros nocturnos. Estos establecimientos contribuyen con hasta el 10 por ciento del Producto Interno Bruto al sector de alimentos y bebidas. Sin embargo, debido a las actividades delictivas que ocurren dentro de sus paredes, estos lugares llegan a perder hasta el 50 por ciento de sus ganancias. No obstante, la falta de preparación y destrezas del personal que trabaja en estos sitios es evidente. No están capacitados para identificar peligros ni valorar riesgos. La seguridad dentro de los locales es prácticamente nula, y no existen controles efectivos para detectar a clientes que ingresan con intenciones maliciosas.
Aunque se ha implementado estrategias para combatir el crimen organizado, la percepción de inseguridad en lugares de esparcimiento nocturno sigue siendo un tema pendiente. La falta de una estrategia clara y contundente para garantizar la seguridad en estos establecimientos ha llevado a una disminución en la confianza de los ciudadanos y ha exacerbado el temor de los jóvenes al visitar estos lugares. Pero en honor a la verdad, este problema tampoco es privativo de México.
A nivel internacional, el uso de sustancias para cometer delitos en bares y antros es un fenómeno conocido como "date rape drugs" o drogas de sumisión química. Estas sustancias, que incluyen el GHB, Rohypnol y Ketamina, se utilizan para incapacitar a las víctimas y cometer delitos como robos o abusos sexuales. En Estados Unidos, Canadá y Reino Unido, al igual que en Sudáfrica, se han reportado casos de personas que han sido drogadas en bares y luego han sido víctimas de robos o agresiones. En estos países han lanzado campañas de concientización para alertar a la población sobre los riesgos de aceptar bebidas de desconocidos o dejar sus bebidas sin supervisión.
Las autoridades han implementado medidas para combatir este problema. En EU, por ejemplo, se ha promovido el uso de popotes y posavasos que cambian de color al entrar en contacto con sustancias como GHB y Rohypnol. Estos dispositivos permiten a las personas detectar si su bebida ha sido adulterada. En Europa, las campañas de concientización han sido una herramienta clave para combatir este ilícito. En España y Reino Unido, se han lanzado iniciativas para educar a la población sobre los riesgos de las drogas de sumisión química y ofrecer consejos para protegerse.
Especialistas en seguridad, revelan que el personal que trabajan en esos sitios carece de preparación y destrezas y no están preparados para identificar los peligros y valorar los riesgos. No se protege la seguridad dentro de los locales, ni se establecen los controles necesarios para detectar a los clientes que quieren ingresar con armas o drogas. Y en materia de movilidad deben actualizarse los protocolos de revisión del transporte público, como taxis y servicios que se ofrecen a través de las apps como Uber y Didi, para identificar a choferes que estén involucrados en actos delictivos.
Aunque se ha denunciado que en el antro “República” –en donde estuvo primero el empresario Arenas Saiz–, existe una red de taxistas que se dedican a secuestrar y robar a los clientes, las autoridades no han profundizado en las investigaciones. Esta problemática es un reflejo de los desafíos más amplios que enfrenta México en materia de seguridad y justicia, pero es importante mencionar que, aunque no todos los bares y antros están involucrados en estas prácticas delictivas, la reputación de toda la industria se ve afectada por las acciones de unos pocos.
¿Qué hacer? De inicio, establecer un vínculo efectivo de colaboración entre autoridades, sociedad civil e industria, y un compromiso real con la seguridad de los ciudadanos para restaurar la confianza y garantizar que la vida nocturna vuelva a ser un espacio de esparcimiento. La industria nocturna, debe asumir su responsabilidad e implementar medidas más estrictas en bares y antros, como la capacitación de su personal para detectar comportamientos sospechosos y la instalación de cámaras de seguridad para garantizar la seguridad de sus clientes. Esto incluye la capacitación de su personal, la implementación de protocolos de seguridad y la colaboración activa con las autoridades. Es hora de actuar y devolverle a los jóvenes y a la sociedad en general, la paz y seguridad que merecen, no sólo en los antros, sino al caminar por las calles o en sus propios hogares.
Exdiputada federal, asesora de la AC Impulsa y colaboradora del STUNAM