La revocación desgastó el INE

La elaboración de la consulta demostró la urgente necesidad de una reforma electoral y colocó a sus consejeros en el bando de la oposición cuando deben ser imparciales, como toda autoridad electoral digna de respeto.

Porque no sólo ha sido la militancia en la oposición de los consejeros sino el sabotaje a la consulta, la obsesión de los consejeros por tratar de fortalecer posturas conservadoras y su adicción a los reflectores. Desde hace tiempo los consejeros del INE se ensañaron con multas mayores a las de otros partidos que no son conservadores. En ese momento todavía podía disimular su enemistad por quienes no piensan como ellos, salpicado de anécdotas racistas que no dejaban de mostrar su desprecio por la democracia.

Aferrados a que nada cambie en materia electoral, los consejeros electorales impedían el avance de la democracia, que siempre es perfectible, negando a la población mayor poder de decisión.

Para el gobierno federal era más sencillo hacer de la revocación de mandato un proyecto sexenal más, como si se tratara de una obra pública, pero el monopolio de la democracia tomada por asalto de los consejeros electorales considera que el tema de las elecciones sólo pueden tratarlo ellos, nadie más. Tienen el monopolio de la organización de las elecciones y de las decisiones sobre las reglas del juego.

La consulta de revocación de mandato es un proyecto del Presidente desde la campaña. Ante esta situación no se sabe si los consejeros se molestaron por invadir lo que consideran su propiedad, o porque la legitimidad de un cargo de elección popular ahora será cuestionada.

La otra evidente molestia de los consejeros podría ser la que más han demostrado que es la de tomar partido, en el más estricto sentido de la palabra, combatir desde la trinchera de la imparcialidad a los enemigos de sus intereses personales. Porque a ellos todo lo que surja de otros ámbitos de la sociedad implica restar autonomía al INE, cuando el instituto debe ser de la gente y no de once ilustrados burócratas.

No hubo ocasión en que se nombrara a la revocación de mandato que no produjera una aparición pública de los dos voceros del INE, Lorenzo y Ciro corregían, ajustaban cifras, anunciaban condiciones, limitaban libertades, porque nadie coincidía en su forma de ver la democracia que pertenecía sólo a once personas.

En la elaboración de la consulta el INE demostró que su manera de llevar a cabo las votaciones no es imparcial y menos aún su forma de interpretar el mandato de la población.