En la Grecia antigua se consideraba que lo bello era bueno, por ello Platón en el Alcibíades I, alude a la ignorancia de los políticos de la época desde la que encaminan a la ciudad, sin tomar en cuenta lo más importante como es lo justo, lo bueno, lo útil y lo bello. En este orden de ideas lo bello y lo bueno son lo mismo, por tanto, nada puede ser bueno sin ser bello y nada puede ser bello sin ser justo.
Entendiendo que lo justo obedece siempre a la proporción correcta, es decir, a la belleza; el filósofo en la República platónica concibe una ciudad justa como una ciudad bella.
En nuestra clase política mucho se ha hablado de la belleza de nuestra sociedad mexicana, pero, ¿cómo podemos autoproclamarnos una sociedad bella sin ser una sociedad justa? La igualdad es una palabra que se ha usado tanto en el discurso entre los representantes populares, pero poco en sus acciones, la agenda LGBTIQ+ se ha postergado una vez más, el matrimonio igualitario no ha sido legislado, a pesar de que la propia Constitución es declarativa al hablar de la familia como una institución, por tanto, fueron y siguen siendo los legisladores desde su moral quienes interpretan la conformación de las familias en las leyes secundarias.
Las terapias de conversión al día de hoy también son agenda pendiente y parece que es un tema que poco importa a pesar del profundo daño que hace a la sociedad esta práctica cruel; aunque a la crueldad fue algo a lo que el machismo nos acostumbró, las personas de la comunidad LGBTIQ+ aprendimos a vivir con el dolor punzante de los agredidos por una sociedad y un gobierno que nos discrimina, y que hoy busca alejarnos una vez más de la igualdad y de la justicia social, con la iniciativa en materia político electoral que se encuentra en el tintero legislativo y que atenta contra el espíritu mismo de la Constitución, ya que irrumpe con el principio de progresividad de los derechos humanos, vulnerando las acciones afirmativas, logro reciente que tiene por objeto reducir las grandes desigualdades de género aceptadas y promovidas por generaciones enajenadas bajo rigurosos estándares heteronormados.
Es nuestro deber generar conciencia social, es decir, ciudadanos conscientes de la libertad individual que por naturaleza corresponde a cada persona. Los estigmas y estándares son lastres que desintegran sociedades, se equivocan los que desde una perspectiva cerrada y desde su moral pretenden legislar vulnerando los derechos humanos de la sociedad que no puede subir a la tribuna para expresar con toda libertad lo que piensa, hay un mal uso de la representación social, son irresponsables los legisladores que no actúan en consecuencia del cargo que ostentan porque una verdadera transformación requiere respetar la individualidad y entender que en la suma de las individualidades se construyen sociedades bellas y justas.