La inflación cerró al 5% anual en junio, su menor nivel desde 2021. Esto alienta a las autoridades económicas y financieras, porque las presiones inflacionarias fueron las más preocupantes a nivel global a partir de la pandemia. Además, el dólar sigue barato (es malo para ciertas monedas, pero bueno para el peso) y la CEPAL informó que México captó el 17% de la inversión extranjera directa de toda Latinoamérica en 2022. Sobre este último punto, es útil subrayar ciertos datos que reafirman que las inversiones serias proyectan a largo plazo y, salvo casos límite (como en los Estados africanos o en entornos de guerra como Siria), sin importar mucho quién esté en el gobierno. Pasa en el caso de la energía y pasa también en el caso de las empresas cuya mayor inversión viene de la reinversión de utilidades, que son casi todas las reportadas.
Hasta los más críticos deben conceder que son datos positivos a un año de acabar el sexenio, luego de la mayor contracción global de la historia documentada en 2020, y en un entorno hostil a los precios de los alimentos y los energéticos por la situación geopolítica en Europa del Este. Si no quieren dar crédito a uno u otro gobierno, a uno u otro mandatario, al menos deben reconocer que, en abstracto, las previsiones para esta época eran mucho peores, con un supuesto gasto deficitario nunca antes visto, un servicio de deuda impagable y un dólar por las nubes. No pasó.
Así como en otros sexenios había una “tormenta perfecta” para que México entrara en crisis, hoy hay una igual para evitar que entre. Frente a un grupo de países crecientemente hostiles al dólar, como China, Rusia y hasta Brasil, el gobierno norteamericano ha entendido, por fin, que si su moneda es la más valiosa del mundo eso no le ayuda en el bottom line, máxime que es un país cuyo desbalance comercial es importante, es decir, importa mucho más de lo que importa en algunas de sus relaciones bilaterales.
Concretamente, un dólar demasiado caro debilita las exportaciones norteamericanas y favorece las chinas no sólo en Estados Unidos, sino en el resto del mundo, lo que lleva al corolario de que China sigue creciendo a nivel global, y es ya el actor preponderante en el sector de manufacturas y tecnologías en cada vez más países. Esto lo dijo, alguna vez, Donald Trump, pero la idea se perdió entre la plétora de sus peroratas absurdas o mentirosas. Qué bueno que otros la han retomado.
En este marco, México es un beneficiario, de rebote, del debilitamiento del dólar, por su importancia como socio comercial, por el envío de remesas, y por la posición geográfica privilegiada que lo pone como el destino más proclive a lo que ya se habla como “friendshoring”.
Por otra parte, no está de más reconocer el papel impecable que ha tenido el Banco de México para sincronizarse con la reserva federal norteamericana (que desgraciadamente es siempre la mejor estrategia para México, si no queremos entrar en una debacle como la de otras décadas). Si bien ha tenido efectos secundarios (no se puede controlar la inflación sin encarecer el crédito), creo que el resultado final está siendo positivo.
Ahora bien, no escapa a nuestra atención que en diversos frentes el gobierno federal ha sido criticado y ya hasta controvertido a nivel institucional: la importación de maíz transgénico, el freno a las subastas energéticas y en general las políticas de priorización de PEMEX y CFE sobre todos los actores privados, haya de por medio contrato previo o no. Es probable que el presidente o presidenta entrante, quien sea, adopte una política de conciliación respecto de esos temas, si bien abrirá sus propios frentes imprevisibles, como todo en el gobierno.