Columnas
La adicción a los aranceles es más dañina para Estados Unidos que la del fentanilo, incluso más letal. Lo que necesita el gobierno del vecino del norte, es difundir profusamente al mundo el pretexto para echar a andar la maquinita de hacer billetes con una intensidad inédita en la costumbre de contagiar a sus socios de la pandemia de la inflación.
La fabricación de mentiras convertida en billetes verdes, terminará por hundir una economía que definitivamente no está bien. La Casa Blanca seguirá tratando de convencer al mundo que la cantidad de billetes significa riqueza. Un cúmulo de dinero sólo es válido con un respaldo que, en este caso, ya sobregiró el tesoro estadounidense. Trump hace escándalo histriónico para convencer que el dólar vale por sí mismo, aunque solo sea un producto de la imprenta y la publicidad.
El dólar terminará por no valer nada. Sin presión alguna Estados Unidos tendrá que tolerar, incluso negociar tarde o temprano a los Brics, o algo similar ante una futuro de volatilidad de su moneda que rebasa su respaldo en oro y que, a pesar de su pobreza en dólares, convoca al consumo y al crédito, así el dólar anuncia su agonía también. El déficit de Estados Unidos llega al extremo de reinventarse o seguir con los viejos vicios hasta ser derrotado por su propio proyecto de una nación que intentó convertirse en imperio a partir de la riqueza de otros países.
En todo mandatario hay un programa y en éste coherencia y congruencia. Pero entró a gobernar Estados Unidos una persona que no está en el uso correcto de sus facultades mentales, porque trabaja por instinto, sin tomar en cuenta el futuro, ante la proximidad de su debacle personal y partidista. Los estadounidenses tardarán mucho en olvidar esta afrenta de los republicanos
El presidente del vecino país es impredecible en su conducta hasta para él mismo. La quiebra económica de Estados Unidos es inminente, Trump solo alarga la agonía porque considera que el resto del mundo le teme, lo cierto es que ya no asusta a nadie un un soldadito de plomo, aprendiz de economista.
En los primeros 15 días de su mandato Trump se acabó su credibilidad, si quiere recuperar que el mundo vuelva a temerle deberá, por desgracia, usar la guerra indiscriminadamente, que es lo que menos le conviene económicamente, pero sí a nivl de espectáculo.
Para Trump, los aranceles fueron tambores de guerra, a menos que quiera seguir pensando que Ucrania quiere caminar haca el Kremlin y los palestinos a España.
Adicto a su propia voz, seguramente motivará que una vez que termine su mandato y obviamente le entregue el poder a los demócratas, se incluirá una cláusula indispensable para ser presidente de Estados Unidos: un examen siquiátrico.