Columnas
Lejos quedaron lo tiempos en que las personas se apoyaban unas a otras. En que podían los niños salir a jugar sin la supervisión de un adulto, desde el regreso de la escuela hasta pasadas las veinte horas de la noche. Las mujeres no pueden andar solas sin que puedan ser agredidas por cualquier hombre perturbado. Los adultos mayores son despojados de sus cosas por jóvenes sin escrúpulos. Y el gobierno, los servidores de la nación, en vez de hacernos justicia, se dedican a clasificarnos como grupos en situación de vulnerabilidad, cayendo en la famosa teoría del caballo muerto.
Por si usted querido lector no está acostumbrado con esa teoría, es aquella que propone que en un rancho al dueño del mismo se le muere un caballo y en vez de reconocer dicho deceso, empieza buscar explicaciones o tomar decisiones sin sentido como hay que buscar una mejor alimentación para el caballo, hay que darle más sal, hay que cepillarlo, hay que protegerlo de la lluvia o que el causante de la muerte pudieron ser el caballerango o el veterinario. Sin concebir que lo más ppsensato para él y para el rancho es que simplemente se reconozca que el caballo ha muerto.
Lo mismo pasa con la política nacional, que en vez de reconocer el problema de la seguridad y el crecimiento indiscriminado de los grupos criminales dedicados al narcotráfico (que Estados Unidos está declarando como terroristas), se dedican a ignorar su existencia, ha declarar políticas ineficaces como la de “abrazos y no balazos”, a desconocer los miles de homicidios que se han realizado y a culpar de los mismos a sexenios pasados, cuando esos asesinatos pasan en su tiempo en el poder y enfrente de sus narices.
Similar pasa con el servicio de salud, que se han dedicado a desmantelar, que lo que funcionaba había que declarar que como lo hizo la oposición, no lo hacía y que estaba plagado de corrupción (aunque han sido pocos los casos en que ha sido comprobada su existencia), y peor aún, en vez de perseguir a los corruptos, se les ha refugiado en las viseras del poder y se les vuelve diputados o altos funcionarios (caso PEMEX, caso SEGALMEX); se promete un mejor abasto de medicinas, la construcción de una mega farmacia y en la actualidad en su interior no contiene ni aspirinas.
Se nos da financiamiento extranjero para que colaboremos con el combate a los cárteles del narcotráfico y no damos resultados, lo utilizamos para financiar campañas e incluso los gastos personales de los políticos. Y cuando viene la nación que nos dio el dinero a pedirnos cuentas, nos ofendemos de que nos investiguen y salgan a la luz los escabrosos resultados de que nuestros gobernantes (de todos los niveles de gobierno), están ligados o recibieron financiamiento de los grupos criminales que debían de combatir y justiciar. E incluso nos ofendemos de que sean declarados como “terroristas”, cuando los mismos tienen al país hundido en sus guerras, roban o reclutan a nuestros menores de edad para que luchen por ellos o trafiquen su ilegal mercancía, raptan a nuestras mujeres para abusar de ellas y luego venderlas en la trata de blancas, trafican armas y extorsionan a quienes quieren trabajar y producir apegados a derecho.
Pero el gobierno tiene que salir en defensa de sus cómplices y ofenderse (como si nosotros los hubiéramos electo para ello) de que los llamen así, y de que a los extranjeros que nos hicieron favor de detenerlos (con ayuda del mismo gobierno que a su vez les presto un favor al cartel rival), lo hubieran hecho “violentando sus derechos al debido proceso”, como si esos terroristas se tocaran el corazón con sus víctimas o tuvieran mucha ética al momento de vender drogas a nuestros jóvenes e incluso afuera de las escuelas primarias y secundarias.
Gobierno del que se esperaría que reconociera dicho problema (el caballo muerto), y queno se desgarre las vestiduras porque un gobierno extranjero nos ayude a combartirlos e incluso argumente “la violación a nuestra soberanía” y que todo el “pueblo bueno” tenemos que salir a defender a nuestra patria de cualquier extranjero que osara profanar con su planta nuestro país.
Ese pueblo que no tiene preparación militar alguna y que cuando ha habido la intención de que se cumpla con un servicio militar (en el cual, se nos enseñara a combatir) en un tiempo se nos vendía por parte de los miembros del ejército las “bolas negras” o las asistencias para no realizar dicho servicio. Y luego, se cambio por un servicio social como el cuidado de plazas públicas y jardines, programas de alfabetización, entre otras cuestiones ajenas a la actividad armamentista.
Y así, podemos seguirnos lamentando de aquellos buenos tiempos, en donde el pueblo tenía cosas, podía generar riqueza, tenía servicios gubernamentales, tenía división de poderes al servicio del pueblo… y ahora no tiene NADA, ni aunque sea el reconocimiento de nuestro gobierno de que los “chicos malos”, los que se han dedicado a “aterrar” a la población, deben ser reconocidos como terroristas, y sobre todas las cosas, deben de ser llevados ante la justicia, independientemente de que sea la nacional o extranjera.
Ya no se puede tolerar un gobierno que en vez de hacer todo ello, este pensando en un plan para repatriar a uno de los líderes del narcotráfico que más daño le ha hecho a las y los mexicanos y demás habitantes del mundo a lo largo de su existencia. Solo recuerden que como se ha pregonado: ¡El pueblo se cansa de tanta pinche tranza! y eso ya está pasando.