Columnas
El inicio de un periodo de gobierno es una página en blanco sobre la que hay un amplio espacio para escribir. Esos primeros trazos marcan el estilo de gobernar, las prioridades de cada nuevo gobernante.
Sin embargo, cuando en los primeros días se cometen errores, el devenir del periodo de gobierno se ve condicionado por la necesidad después un “borrón y cuenta nueva” y asumir el costo político del yerro.
Los primeros meses de ejercicio de gobierno son una especie de limbo, hay poco espacio de maniobra porque se ejerce un presupuesto heredado y aún no se cuenta con el plan de desarrollo propio.
Dichos planes suelen ser consultas dirigidas. La ley indica que se debe tomar en cuenta a la población para fijar ejes estratégicos que luego cada dependencia desarrollará en un plan sectorial.
Sin embargo, las consultas para validar un plan de gobierno previamente planteado. Una simulación.
Asimismo, los comienzos suelen ir acompañados por mucho entusiasmo y anuncios de programas, obras y acciones nuevas. Mucha grana y oropel, hay una especie de luna de miel.
Sin embargo, el verdadero palante de quién gobierna aflora con las primeras crisis. En ellas se sabe si quien lidera es capaz de tener diagnósticos y planes de contingencia rápidos. Se aprecia si se busca meter los problemas bajo la alfombra, si se toman medidas cosméticas o se entra al fondo del problema.
También hay casos de crisis auto inflingidas. La impericia de los nuevos funcionarios se puede pagar caro. El peor ejemplo lo da el famoso “error” de diciembre de 1995, cuando una indiscreción precipitó una crisis económica que llevó a la pobreza a millones de mexicanos.
En otros casos, para fortuna del funcionario neófito, las pequeñas crisis no trascienden al ámbito público y solo representan retrasos mientras ubican las gavetas con los expedientes importantes.
Tras los primeros tres meses, con nuevo presupuesto, con el equipo ya “encanchado” la población podrá darse una idea sobre las expectativas, ya sea que haya capacidad de cumplirlas o se caiga en una nueva decepción