El pasado 11 de febrero, Fátima, de 11 años, fue vista al salir de su escuela acompañada por una mujer. El domingo siguiente 15 de febrero, en la alcaldía de Tláhuac de la Ciudad de México, fue encontrada muerta, desnuda y con señales de tortura. El de Fátima es solo un feminicidio de los 10 que suceden a diario en nuestro país, sin que el Gobierno de la 4T esté haciendo nada para encontrar una forma seria de combatir este horror.
Según datos de la Red por los Derechos de la infancia en México, a diario, cuatro niños desaparecen y tres son asesinados. Datos oficiales informan que tan solo en el año pasado se registraron 2 mil 400 casos de corrupción de menores, delito encabezado por la Ciudad de México, con 337 casos. Y no hablemos de la explotación laboral; del reclutamiento de menores por el crimen organizado para usarlos como halcones, o incluso como sicarios y guardias armados.
Todos estos datos no solo hablan de un sistema económico fallido, como el Presidente frívola e irresponsablemente culpó al neoliberalismo, otros países que son más neoliberales que México, no tienen estas escandalosas cifras de crímenes. La descomposición del tejido social viene de más atrás, de una pérdida de valores cristianos, morales y sociales que han dejado de poner a Dios y sus mandamientos en el centro de la vida, ignorando el amor y el respeto por el prójimo y la importancia de la familia. Ha crecido la exaltación de la violencia, el endiosamiento del dinero, la corrupción, la impunidad y la injusticia social reflejada en la pobreza y marginación de más de la mitad de la población en México.
El debilitamiento de la familia y sus valores, conduce al descuido de la educación de los padres a sus hijos, dejándolos a merced de las escuelas, que poco forman en esa área; a los medios de comunicación, llenos de inmoralidad y basura; a la influencia de los amigos y el medio ambiente que no siempre son los mejores aliados cuando falta la cercanía y la orientación de los padres de familia.
La terrible desigualdad económica que vive México obliga a los padres de familia a ocupar el mayor tiempo del día en el trabajo. Hoy no basta un salario, se hace necesario que ambos progenitores trabajen, dejando en el abandono a los niños, carentes de amor, atención, y una adecuada vigilancia y orientación que los lleve por el camino del bien.
Si más del 80 por ciento de los mexicanos declara ser católico, y el país se convulsiona en esta demencial violencia, algo no está bien. La Iglesia debe reconocer honestamente su fracaso al no evangelizar adecuadamente, pues si los mexicanos fuéramos coherentes con nuestra fe, no viviríamos en una sociedad violenta, corrupta, inmoral y deshonesta.