Por Onel Ortíz Fragoso
@onelortiz
La creación de vacunas contra Covid-19 en un tiempo récord es un logro de la ciencia; el alto número de personas que se niega a vacunarse es un fracaso de la educación.
El avance en la inoculación contra el SarS-Cov2 con algunas de las vacunas disponibles se concentra en pocos países. Hay naciones que aún carecen de ellas o que tienen acceso a un número muy reducido. En cambio, existen otros, como Estados Unidos y México, en donde un número importante de personas no se vacunan a pesar de los riesgos para su salud y de los esfuerzos de sus gobiernos por ponerlas a disposición de la mayoría de la población.
Los que no se vacunan son los negacionistas que asumen una actitud consistente precisamente en la negación de determinadas realidades y hechos históricos o naturales relevantes, en este caso, aunque no lo crea en la creencia que la pandemia no existe. Los conspiranoicos quienes mantienen teorías como que el virus no es natural y ha sido creado para ganar dinero con vacunas o tratamientos antivirales. Los antivacunas, que aparecieron a finales del Siglo XVIII cuando se realizó la primera inmunización de la historia contra el virus de la viruela; pero que en la actualidad tienen miles de seguidores en varios países, principalmente en Estados Unidos. También hay personas que simplemente no quieren o tienen miedo de vacunarse.
¿Qué hacer con ellos? En los países asiáticos o que tienen regímenes cerrados, la vacunación es obligatoria o casi obligatoria. En algunas naciones europeas y americanas, la vacunación es voluntaria, pero se restringen ciertas actividades a las personas no vacunadas.
En México la vacunación es voluntaria, la Constitución ampara esta decisión. De ninguna manera es posible la restricción de derechos o libertades por estar vacunado o no. Por lo cual, gobierno y sociedad deben insistir y volver a insistir en campañas de información y de convencimiento a la sociedad.
En la madrugada del viernes 23, los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 se inauguraron sin público. Fue una ceremonia especial, no sólo por el año de retraso, sino porque la pandemia sigue en todo el mundo. Fue imposible no conmoverse al escuchar el himno, encenderse el fuego olímpico y ver marchar a la delegaciones a sana distancia y con cubrebocas. Pese a su comercialización, los juegos olímpicos son un emblema de paz y solidaridad humana, ante la difícil situación que enfrentamos. Aún no valoramos lo suficiente que hasta el momento, somos los sobrevivientes a una de las mayores pestes de la Humanidad.
Respeto las opiniones, la fe y las decisiones de las personas. Pero será la ciencia, la solidaridad y el trabajo lo que nos sacará de esta crisis. Eso pienso yo. ¿Usted que opina?