Las medidas de confinamiento comenzaron a abrir heridas de forma inmediata en la salud mental de las personas, y en la salud económica de los países. Entonces se volvió indispensable la estadística epidemiológica. Muy pocos la entienden a cabalidad (yo no soy uno de ellos), pero mientras en el mundo de las ideas se sostienen debates sobre métodos matemáticos que leen 10 y entienden 4, en la caverna las personas avientan cloro a las enfermeras en el camión y las personas abarrotan las pastelerías el día de las madres. Ahí estamos ahora. Pero se dibuja ya lo que viene.
Por un lado, una crisis económica pronunciada, pero cuya duración y efectos concretos nadie tiene muy claros. Las propias estimaciones del FMI, por ejemplo, que tienen más supuestos y asteriscos que afirmaciones se asumen por el organismo como una especie de bosquejo difuso. Aún si se asumiera como verdadero, ¿qué implica bajar 6.6 por ciento de PIB a nivel nacional? No es como si todas las empresas perdieran el 6.6 por ciento de su ingreso y ya. Bueno fuera. Implicará el concurso mercantil de muchas (quiebra) y el crecimiento inesperado de otras. La burbuja especulativa de empresas sanitarias, quizás, y la repentina liberación de mercados que ya estaban saturados y por ese hecho volverán a ser buenas oportunidades de inversión. A nivel micro, el desempleo y el sufrimiento de las familias más pobres se acrecentará conforme pase la emergencia sanitaria, y muy posiblemente el resentimiento social contra el gobierno (todos los gobiernos) por que las medidas sanitarias les hicieron perder todo lo que tenían. Cuando la emergencia pasa, irónicamente, mientras más se haya controlado, más incrédula es la gente de que haya sido para tanto. Las decisiones de Estado son frecuentemente ingratas.
Luego de los efectos económicos de la crisis, quizás el ciclo de noticias sobre la pandemia cambie al de la crisis alimentaria, que puede convertirse en hambrunas para muchos países africanos, caribeños y centroamericanos. Esto obligará a plantear, posteriormente, el rediseño del sistema económico globalizado, basado, precisamente, en cadenas de suministro global. Los países no permitirán (aunque las empresas quieran) que el 70 por ciento de los medicamentos genéricos del mundo sigan saliendo de la India, o que un país dependa de otros para sus insumos alimenticios básicos. La suficiencia alimentaria pasará a formar parte de la agenda nacional de muchos gobiernos, junto con la suficiencia energética. No llegará al extremo de volver a un mundo de fronteras cerradas, porque la información ya no puede controlarse, y con ella, el movimiento de capitales financieros. Pero sí puede haber una integración de nuevos bloques económicos regionales. Mientras tanto, la OMS seguirá recomendando nuevos confinamientos hasta el 2024 porque se reportó un estornudo en un estadio. No es probable que los gobiernos vuelvan a hacerle caso, con razón o sin ella. Un nuevo orden económico, pues, con otro tablero, otras reglas, y otras piezas. ¿Dónde quedará México? La respuesta no es obvia.