¿Será la voz de Dios la que haga reflexionar al presidente Andrés Manuel López Obrador para que suspenda la construcción de su faraónica refinería de Dos Bocas y destine los miles de millones de pesos de esa obra a las necesidades apremiantes ante la pandemia y al rescate de la economía mexicana?
Pareciera broma, ironía, mal chiste u ocurrencia, lo cierto es que a todas las voces que le han pedido al primer mandatario cancele Dos Bocas se acaba de sumar la de los obispos, si La conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) pidió a los gobiernos federal, estatales y municipales suspender sus grandes obras públicas para destinar esos recursos a enfrentar el Covid-19.
De manera muy directa los obispos mexicanos, representantes de Dios en la Tierra, se unieron para pedirle a López Obrador concentre sus energías, deseos y recursos en contrarrestar dos males que nos amenazan todos los días: la pandemia del coronavirus y el quiebre de la economía nacional.
Tal vez, sabiendo que el presidente López Obrador es muy devoto del Señor que hizo el universo y todo lo que dentro de él se encuentra, piensen que a ellos si les hará caso, pues hasta el momento no ha escuchado ninguna voz venga de donde venga y salga de donde salga. Dos Bocas, va porque va, ha dicho.
Ante la negación de suspender, si quiere temporalmente la refinería que ya le dijeron no servirá para mucho, los sacerdotes de un nivel cercano al de los cardenales decidieron sumarse y firmar una carta abierta a López Obrador para expresarle su preocupación ante gastos estériles como la compra de un estadio de beisbol.
“Estamos experimentando la fragilidad de las instituciones y en particular del sistema sanitario y financiero. Nosotros mismos como Iglesia: obispos, presbíteros, diáconos, laicos y consagrados, experimentamos la debilidad de la condición humana, la amenaza del contagio, la perdida de todas nuestras seguridades”, confesó la CEM en un llamado de angustia.
Y fueron más allá: “invitamos a quienes tienen el poder de decidir sobre los grandes proyectos y obras nacionales a considerar la oportunidad de destinar esos recursos, durante los meses en que muchos mexicanos no tienen trabajo, para mitigar las carencias de alimentos en muchos hogares de nuestra nación mexicana”.
Se sabe que el presidente López Obrador no profesa la religión católica, está entre la cristiana y la evangélica, a quienes le ha abierto no solo las puertas de Palacio Nacional sino la posibilidad de inmiscuirse en política pese a que la Constitución, por cierto, tan violentada, lo prohíbe.
La cuestión es que Dios es el mismo para todos, así que si los obispos católicos levantaron la voz no esperaran una respuesta negativa de quien todos los días nombra al Señor dueño del Cielo, la Tierra, los mares y de la vida misma. Ya lo veremos.