La prudencia, definida como la actitud adecuada según la circunstancia, requiere mucho de sensibilidad para saber medir la situación, y mucho de olfato para predecir posibles consecuencias. Es la virtud política por excelencia, pues la prudencia combina al mismo tiempo la experiencia vivida, y esta se adquiere en o carne propia, o a través de la experiencia de otros que en diversos momentos han tenido que enfrentar circunstancias similares, de allí que en la formación política estudiar las memorias de los grandes líderes, comprender los contextos que los llevaron a enfrentar las circunstancias de la manera en que lo hicieron.
La prudencia que el historiador romano Tácito pretende que sus lectores adquieran, es aquella del inteligente ciudadano lidiando diariamente con los caprichos augustos de los césares: cómo sobrevivir a sendos déspotas dueños del mundo antiguo, y de los cuales sobresalen los estudios a Nerón y a Calígula, pues hasta en los momentos donde la crueldad rivaliza con la locura, la actitud prudente para sobrevivir y reponerse del dolor, es una fuerza estoica que alentaría el cultivo de esta doctrina entre la élite filo-helena patricia. Educados para el poder, implica necesariamente considerar siempre los recursos con los que se cuentan y la habilidad para utilizarlos, ante la inminencia del conflicto, solamente nos resta aguardar, al acecho, la táctica del agresor.
La táctica prudente de la cancillería mexicana frente al insulto del gobierno boliviano, al declarar non grata a la embajadora de nuestro país, y mantener una postura de permanente confrontación, solamente expresa la desesperación de un gobierno que se sabe enfrascado en una crisis de legitimidad, pues al no cumplir el acuerdo de convocar a elecciones manteniéndose en el poder indefinidamente, ha tenido en uno de los más influyentes países de Iberoamérica, uno de sus más duros críticos. La influencia mundial, y en lo particular, regional de México, es tal, que prontamente sus poderosos medios de comunicación tienen el poder de crear una narrativa a nivel global que conceda o quite credibilidad a una causa, o a un gobierno completo. No es poca cosa redactar la relatoría de la historia, y perpetuar la indecencia de un gobierno de facto aterrorizado con el duro cuestionamiento mexicano. Es por el miedo que reaccionan torpemente soltando manotazos que no sólo no lastiman, sino que terminan por fortalecer la misma autoridad de un gobierno que necesita una narrativa seria que lo posicione como actor global, a pesar del discurso comunitario que nos ha transmitido, y lo cual es imposible de mantener.
La prudencia nos dicta, que ante el contexto y con los recursos que se cuentan, dejar que el griterío de las autoridades bolivianas continúe, que su desesperación cunda, y que la opinión pública termine por emitir la sentencia merecida.